2011: El año de las transformaciones
Publicado por administrador el Dom, 01/02/2011 - 12:06
El año 2010 ya quedó atrás. Es tiempo de balances y rendición de cuentas. De preguntarnos qué hicimos bien, qué hicimos mal y qué dejamos de hacer. Es muy importante fortalecer la sana cultura de la transparencia y de la responsabilidad sobre nuestras palabras, compromisos, acciones y omisiones. Porque ellas son, a fin de cuentas, los mejores antídotos contra el populismo y la demagogia. No sólo nos estimulan a cumplir lo que prometemos, sino también a comprometernos sólo con aquello que responsablemente creemos podremos cumplir. A evitar quedarnos atrapados en las buenas intenciones y aceptar ser juzgados por lo que realmente importa, que son nuestras acciones y sus resultados.
En un hecho inédito, este Presidente, los ministros e intendentes dimos cuenta pública de lo que fue nuestra gestión durante 2010, mostrando tanto los avances y logros alcanzados, como las dificultades que tuvimos que enfrentar. A ellas invitamos a parlamentarios de gobierno y oposición, expertos, líderes de la sociedad civil y a los medios de comunicación, para asegurarnos de que todas las observaciones fueran escuchadas y las preguntas, respondidas.
Sin duda, el 2010 fue un año que nunca olvidaremos, en que vivimos todas las emociones y sentimientos posibles: tristezas y alegrías, temores y heroísmos, dolores y esperanzas.
Comenzó con uno de los terremotos y maremotos más graves y devastadores en la historia conocida de la humanidad. En pocos segundos, 521 compatriotas perdieron la vida, 56 desaparecieron y sufrimos la destrucción de infraestructura física por US$ 30 mil millones, la mayor pérdida patrimonial de nuestra historia.
Sólo 12 días después, por voluntad soberana del pueblo, y luego de 20 años de gobiernos de la Concertación, me correspondió el honor y la responsabilidad de asumir la Presidencia de la República, ya no sólo con la misión de llevar a cabo un ambicioso programa de gobierno, sino también de enfrentar la emergencia y reconstruir, piedra por piedra y ladrillo por ladrillo, lo que el terremoto y el maremoto destruyeron.
A poco andar, pareció que Chile entero se trasladó a Sudáfrica para seguir a nuestra Selección. Ella nos hizo vibrar y emocionarnos con un juego nuevo, en que la mirada estaba siempre puesta en el arco contrario. Un equipo joven, lleno de talento y esfuerzo y dirigido por un cuerpo técnico de lujo, se ganó nuestra admiración y cariño, tanto por la pasión y entrega dentro de la cancha, como por su sencillez y humildad fuera de ella.
El 5 de agosto un escalofrío recorrió nuestro país: 33 mineros habían quedado atrapados a 700 metros en las profundidades de nuestro desierto de Atacama. Durante 17 largos y angustiosos días, y luego de muchos esfuerzos frustrados, muchos perdieron las esperanzas de encontrarlos con vida. Pero el 22 de agosto recibimos un mensaje que nos devolvió el alma al cuerpo. Nuestros mineros estaban bien, en el refugio, los 33. Siete semanas transcurrieron antes, que la cápsula Fénix II trajera a la superficie a Luis Urzúa, el último de los mineros rescatados. Así, lo que comenzó como una tragedia se había transformado en una bendición para Chile y la humanidad.
El 2010 conmemoramos también nuestros primeros 200 años de vida independiente. Y los chilenos lo celebramos como corresponde: unidos como una gran familia, recordando nuestro pasado, aprendiendo de nuestros errores, viviendo el presente con confianza y mirando al futuro con optimismo y esperanza.
Y cuando creíamos que habíamos visto todo, la tragedia nuevamente nos golpeó con fuerza. El 8 de diciembre, 81 compatriotas privados de libertad perdieron la vida en un voraz incendio en una cárcel de San Miguel.
Pese a las dificultades, siento que el 2010 fue un buen año para Chile. Y por muchas razones, pero especialmente dos. Primero, porque como nunca antes, conocimos la fuerza, solidaridad, temple y coraje de nuestro pueblo, que enfrentado a la adversidad supo secar sus lágrimas, ponerse de pie y volver a caminar. Estoy seguro que la forma como llevamos a cabo la reconstrucción y el rescate de nuestros mineros serán una fuerza poderosa para disipar las sombras del pesimismo, cuando pretenda volver a inundarnos el alma. Y en segundo lugar, ese fue el año en que Chile recuperó su rumbo y ritmo, volviendo a crecer, invertir y exportar con fuerza, y en que creamos más de 380.000 empleos, lejos la cifra más alta en nuestra historia. En suma, al terminar el 2010, Chile era un país más próspero, unido, fraterno, solidario y optimista que cuando comenzó.
Pero el 2010 ya es historia. El 2011 es el futuro y nos invita a alzar la mirada y concentrar todos nuestros talentos y fuerzas en alcanzar las enormes metas y desafíos que tenemos por delante.
Este año consolidaremos un crecimiento económico alto, sustentable y sostenido. Nuevamente crearemos cientos de miles de empleos y seguiremos avanzando a paso firme en la reconstrucción. Será también un año en que implementaremos siete grandes transformaciones, que llevan demasiado tiempo esperando y que llegó el momento de enfrentar.
Durante los próximos 12 meses haremos la gran reforma a la educación y salud, que va a mejorar su calidad y equidad beneficiando a millones de niños, jóvenes y familias chilenas. Continuaremos nuestra lucha frontal a la delincuencia y el narcotráfico para traer más seguridad y paz a nuestras vidas. Enfrentaremos de manera mucho más decidida la pobreza y la desigualdad, a través del nuevo Ministerio de Desarrollo Social y la implementación del Ingreso Etico Familiar. Avanzaremos hacia una política energética más sustentable, limpia y diversificada y pondremos en marcha una nueva institucionalidad ambiental que compatibilice mejor el desarrollo económico y la protección del medioambiente. Finalmente, este año modernizaremos el Estado para ponerlo al servicio de los ciudadanos, digitalizando sus procedimientos y eliminando trámites innecesarios, y perfeccionaremos nuestra democracia para hacerla más joven, transparente, vital y participativa.
Así cumpliremos, antes de que termine esta década, con aquel sueño que nuestros padres y abuelos siempre acariciaron, pero nunca obtuvieron: hacer de Chile el primer país de América Latina que con mucho orgullo y humildad alcanza el desarrollo, derrota la pobreza y crea una sociedad de verdaderas oportunidades, seguridades y valores para todos, como nuestra patria no ha conocido jamás.