NUESTRAS IDEAS
Discurso de S.E. el Presidente de la República, Sebastián Piñera, en segundo simposio de reflexión programática: Proyectando las ideas de la centroderecha en la acción política
Santiago, 23 de noviembre de 2012
Agradezco esta iniciativa de detenernos y parar por un momento este mundanal ruido y reflexionar sobre lo que son las ideas por las cuales estamos en política y por las cuales estamos dispuestos a luchar.
En la Edad Media había una costumbre: los señores feudales la noche antes de la batalla tenían la costumbre de hacer la vigilia de las armas donde se preguntaban por qué y para qué iban a luchar al día siguiente. Y siento que para los que participamos en política es muy importante también preguntarse por qué y para qué estamos participando en política, por qué ideales estamos luchando. Y desde ese punto de vista, tenemos la convicción de que las ideas que nosotros defendemos son las mejores ideas para lograr la realización plena de las personas, el progreso de los países y la búsqueda de mayores niveles de bienestar.
Por eso es importante reflexionar respecto a cuáles son esas ideas y cómo esas ideas tienen que marcar el rumbo de la acción política que emprendemos desde nuestras distintas responsabilidades y cargos. Desde ese punto de vista, es bueno recordar que el hombre nació para vivir en sociedad. Y toda organización social debe buscar e intentar compatibilizar tres principios fundamentales: la libertad, la igualdad y la prosperidad.
Muchos modelos de sociedad
El Estado surge con posterioridad a las personas. Y ahí están los escritos de personas como Jean Jacques Rousseau, en El Contrato Social, que cuenta cómo la creación del Estado fue un acto de libertad de las personas, que en aras y en búsqueda del bien común decidieron ceder parte de su libertad a ese Estado de forma tal de lograr un sistema más eficaz en la persecución del bien común. Pero nunca debemos olvidar que esa es la historia y ese es el orden de la historia y que la persona es anterior al Estado.
Y decimos esto, porque muchas veces el Estado, una vez creado por voluntad del hombre, se transforma o se ha transformado en un monstruo del Leviatán y empieza a invadir esferas que las personas nunca pretendieron ceder. Y en la historia de esta relación entre el Estado y las personas las pérdidas de libertad muchas veces han sido más renuncias de las personas que no supieron defender sus libertades, que despojos por parte del Estado.
Esta organización social que busca a través de la acción de las personas y del Estado compatibilizar estos valores de libertad, igualdad y prosperidad ha tenido muchas expresiones y muchas fórmulas. Por ejemplo, en el siglo XX se contrastaron dos fórmulas que se distanciaron y, por tanto, se enfrentaron en forma despiadada durante un largo período de tiempo. Los siglos históricos no siempre coinciden con los siglos cronológicos. Por eso, muchos historiadores piensan que el siglo XX no comienza el año 1900 sino que comienza el año 1914 cuando termina la Belle Epoque y el mundo, al menos el occidental, entra bruscamente en la Gran Guerra, la guerra de las trincheras, la guerra de los 20 millones de muertos, y a partir de ese instante se empieza a configurar lo que fueron las características, la columna vertebral del siglo XX. El mundo se dividió en dos grandes bloques, no solamente separados por el temor mutuo, el Pacto de Varsovia, el Pacto de la Otan, sino que una división mucho más profunda, dos formas de enfrentar la vida y la sociedad. Una liderada por Estados Unidos, otra liderada por la Unión Soviética.
En estos dos mundos había dos concepciones de la democracia, de la economía e incluso dos concepciones de la vida social. Por una parte, las democracias populares, con partido político único, sin libertad de expresión, sin elecciones y las democracias occidentales, con libertad de expresión, con múltiples partidos políticos, con alternancia en el poder. Dos modelos económicos: la economía socialista, basada en el Estado, y la economía capitalista o liberal, basada en la iniciativa de las personas. Y dos formas de concebir la sociedad: la lucha de clases o la posible convivencia y armonía entre las clases. Todos sabemos que durante ese tiempo se fueron construyendo los muros entre dos modelos tan incompatibles el uno con el otro.
Y el siglo XX tampoco termina el año 2000, sino cuando estos muros caen a fines de la década de los 80, es decir, la caída de la Cortina de Hierro, la caída del Muro de Berlín. Y todos sabemos que esa confrontación, que duró largos 70 años, no terminó en un empate. Pero tampoco el modelo que sobrevivió es una especie de Virgen María Inmaculada, sin defectos y sin problemas. Y, por tanto, nuestra responsabilidad es, a partir del modelo en el cual nosotros creemos, que es el modelo de la democracia, de la economía social de mercado, el modelo de la integración y armonía entre las clases sociales, ver cuál es el rol que nos corresponde a nosotros, como políticos y particularmente al Estado, para que el modelo que sobrevive sea un modelo que se adecue mejor a las necesidades y sea más eficaz en la búsqueda de sus objetivos.
Las ideas que nos convocan
Ahí surgen con fuerza y claridad las ideas y los principios de la centro derecha. Creemos en un ser humano dotado de una dignidad intrínseca, y los creyentes creemos, además, dotados de un destino trascendente. Y de aquí emanan derechos fundamentales anteriores al Estado, como es, por ejemplo, el derecho a la vida, la libertad, la integridad física, la igualdad ante la ley, la búsqueda de la felicidad y muchos más. Estos derechos no son una concesión graciosa que el Estado nos hace, todo lo contrario, son derechos anteriores al Estado. Y por eso nuestra Constitución no concede estos derechos, sino que solamente se asigna al Estado la responsabilidad de asegurar y resguardar estos derechos a todas las personas.
Entonces empiezan a surgir las diferencias entre nuestras ideas y las del mundo de la izquierda. Por ejemplo, en nuestra Constitución, el artículo 1º pone al ser humano al centro de todo, al señalar “las personas nacen libres e iguales en dignidad y derechos”. No todas las Constituciones comienzan así. Por ejemplo, la Constitución venezolana, en su artículo 1º, no habla de las personas, habla de la República: “la República Bolivariana de Venezuela es irreversiblemente libre e independiente y fundamenta su patrimonio moral y sus valores de libertad, igualdad y justicia, en las doctrinas de Simón Bolívar, el Libertador”. Dos formas muy distintas de concebir cómo deben ser las primeras palabras de la Carta Magna, que es la que fija el rumbo y las normas con que se ha de desenvolver la vida en sociedad.
Además, para nosotros esos derechos fundamentales son irrenunciables. Por eso nuestra defensa de la vida, desde la concepción hasta la muerte natural. Por eso nuestra defensa de la dignidad de las personas. Por eso nuestra oposición al aborto. Por eso nuestra oposición a la eutanasia, porque igual como una persona no puede disponer de su propia vida y tampoco puede disponer de su propia libertad, una persona no puede decidir esclavizarse, tampoco puede disponer de la vida de otras personas y mucho menos de una criatura inocente e indefensa, como el niño que está por nacer.
Y de aquí surge otro principio fundamental, que hoy, y cada vez más, va a estar en el debate político de nuestro país, que es el rol del Estado y el principio de subsidiariedad. Nosotros creemos, y así lo establece la Constitución en su artículo 1º, que “el Estado reconoce y ampara los grupos intermedios y les garantiza la autonomía para cumplir sus propios fines”. Aquí surge, en consecuencia, una diferencia importante, que estoy seguro va a adquirir mayor importancia en el debate político que tendremos que enfrentar hacia el futuro. Este principio de subsidiariedad establece el orden normal de las cosas: que la persona es anterior al Estado y que, en consecuencia, el Estado no debe invadir ámbitos que son propios de la libertad y de la libre elección de las personas. De ahí, por ejemplo, se desprenden o se da justificación desde el punto de vista de las ideas y de los valores a muchas de las políticas que hemos empujado desde el Gobierno en estos dos años y medio. Por ejemplo, la defensa de la familia, que muchas veces el Estado invade las atribuciones de la familia y pretende tomar decisiones que corresponden a ella y arrebatárselas para llevarlas a la esfera pública. De ahí nuestra defensa de la sociedad docente y nuestra férrea oposición al Estado docente. Creemos que en materia de educación el Estado tiene obligaciones, naturalmente, y muchas, pero no tiene el derecho de monopolizar la educación, ni mucho menos de arrebatarle a los padres o a los estudiantes su derecho a elegir la educación que quieren para sus hijos o para ellos mismos. En toda esta discusión de la reforma educacional nosotros hemos defendido el concepto de una sociedad docente, en que coexiste el sector privado y el sector público como proveedores de servicios de educación, en que el Estado tiene la responsabilidad de financiar a los que lo requieren, con becas o con préstamos, según sean esos requerimientos, pero que las personas y los organismos intermedios tienen derecho a participar en la provisión de los servicios de educación y las familias, los padres, los estudiantes, tienen derecho a elegir su educación. Eso ha estado, de una forma u otra, en el corazón del debate educacional.
Defendemos también la libertad, tratando de llevarla lo más amplia y profundamente a la vida de las personas. Eso, por ejemplo, justifica por qué decidimos entregar la modalidad de libre elección a todos los pensionados del Fonasa y no solamente a los de mayores ingresos. Eso justifica por qué decidimos crear bonos como el bono Auge, que permite a las personas, cuando el Estado no les entrega lo que la ley garantiza, poder recurrir al sector privado a través de este bono financiado por el Estado para atender sus necesidades. Porque el objetivo último no es que el Estado provea el servicio. El objetivo último es que las personas reciban ese servicio.
Por eso nuestra defensa permanente en la libertad para emprender cualquier actividad que no sea contraria a la moral, el orden público y la seguridad nacional. Por eso nuestra permanente defensa del Estado de Derecho y de la igualdad ante la ley, porque la falta de Estado de Derecho y el quiebre de la igualdad ante la ley perjudica a los más débiles y beneficia a los más poderosos. Y aquí nuevamente surge esa paradoja con respecto a la libertad. Un gran filósofo francés, Lamennais, decía “la libertad oprime; sólo la ley libera”. Otro gran pensador de centro derecha, también llevado a un extremo, decía que “toda ley es un atentado a la libertad”. Sin duda que aquí hay un conflicto que hay que armonizar, entre la libertad de las personas y la búsqueda del bien común.
Por eso las leyes tienen que cumplir ese rol. Por eso, por ejemplo, nuestro énfasis en mantener y resguardar el orden público y no reconocerle a nadie el derecho de estar por encima de la ley, ni siquiera invocando circunstancias especiales. Por eso nuestro compromiso con una nueva política social, como es el Ingreso Ético Familiar, que busca apartarse del asistencialismo y hacer una alianza estratégica entre el Estado y las familias vulnerables, para con el esfuerzo de ambos buscar superar la situación de pobreza. Por eso nuestro énfasis, por ejemplo, en resguardar la libertad de las personas que perdieron sus viviendas después del terremoto. Lo más rápido, lo más simple habría sido decidir por ellos y construir poblaciones donde el Estado quería. Decidimos respetar la libertad de las personas y la inmensa mayoría decidió que quería seguir viviendo donde siempre había vivido. Y eso significó un desafío muy grande de construir viviendas de a una, apartadas unas de otras, pero era respetar la libertad de las personas.
Por eso muchas otras cosas, como por ejemplo, para buscar esa mayor libertad, como la portabilidad numérica, que va a estar en plena vigencia en todo el país, que permite a las personas mayor libertad de elección en su mecanismo de comunicación. A eso apunta también nuestra permanente preocupación por buscar la mayor transparencia en la acción del Estado, que los ciudadanos sepan qué se hace con los recursos que financian con sus impuestos y qué hacen las autoridades que ellos eligen con sus votos, y otorgar la mayor cantidad posible de información, pasiva y activa, para que los ciudadanos puedan tomar sus decisiones con mayor información y, en consecuencia, con mayor libertad. Por eso la inscripción automática y el voto voluntario, o la ley de primarias Son todas expresiones que aisladas a veces no se comprenden, pero lo que buscan es fortalecer y ampliar los ámbitos de la libertad de las personas, dentro, por supuesto, de la necesidad de la existencia del Estado en la persecución del bien común.
Oportunidades, seguridades y valores
Aquí quisiera reflexionar brevemente sobre los tres conceptos básicos que mencionaba anteriormente: la libertad, la igualdad y la prosperidad.
Para nosotros, la libertad es fundamental, es un fin en sí misma. Sin libertad, el hombre no puede perseguir la virtud ni evitar el pecado. No puede hacer el bien ni evitar el mal. No puede ser responsable de su propia vida. No puede desarrollar plenamente sus talentos. Y, por tanto, la libertad es un fin en sí misma, pero también es un medio muy poderoso para lograr otros objetivos. Todos sabemos que el motor más poderoso detrás del progreso de las personas, de las familias y de los países es la libertad, porque ahí se encuba la iniciativa, la creatividad, la innovación y el emprendimiento. Desde ese punto de vista, también reconocemos que la libertad no es un valor infinito, tiene límites, por de pronto el deber de ejercerla con responsabilidad y también que la libertad de uno termina donde empiezan la libertad o los derechos de los demás.
Con respecto al concepto de igualdad. Aquí también existe una diferencia muy fundamental. Igual como nosotros valoramos más la libertad que otras corrientes políticas, tenemos distintas concepciones del concepto de la igualdad. Para la izquierda, normalmente la igualdad apunta al resultado final y eso significa, en último término, atentar contra la libertad de las personas y también deprimir la capacidad creativa, de emprendimiento, de innovación de las personas y de las sociedades, porque en cierta forma ese concepto atenta contra lo que es parte de la naturaleza humana.
Creemos más en la igualdad de oportunidades, que todos tengan las mismas oportunidades para poder desarrollar sus talentos. Y naturalmente pensamos que debe haber un piso mínimo garantizado, compatible con la condición de dignidad de todo ser humano. De ahí surge nuestra propuesta de avanzar hacia una sociedad de oportunidades, de seguridades y de valores.
Oportunidades, que todas las personas tengan los medios para poder desarrollar sus talentos y progresar en la vida, de acuerdo a su libertad y de acuerdo naturalmente a su esfuerzo y a sus capacidades. Eso es el cielo, que queremos que sea lo más alto posible para todos, independiente de la cuna que los vio nacer, y terminar con esta situación en que muchas veces la calidad de la cuna en nuestro país era el mejor predictor de la calidad de la tumba.
El concepto de una sociedad de seguridades significa garantizarles a todos un piso mínimo compatible con la vida humana y su dignidad. Pero no solamente queremos una sociedad de seguridades donde todos sepan que van a tener una vida digna por el solo hecho de haber nacido en esta tierra bendita; una sociedad de oportunidades donde todos sepan que ese piso es el comienzo y que de ahí hacia arriba su creatividad, su libertad, su esfuerzo y su talento les permitirá progresar junto a sus familias y junto a su país.
También es importante el tercer concepto, una sociedad de valores, y hay valores que están muy arraigados en el alma de nuestro país y que nosotros defendemos y vamos a seguir defendiendo con mucha fuerza.
Eso también genera diferencias. Por ejemplo, nuestro concepto de las políticas sociales no es crear una telaraña que atrape a las personas, les quite su libertad, los haga dependientes y finalmente los debilite en sus propias capacidades. Sino que todo lo contrario, es el concepto más bien de una red como la que tienen los trapecistas. Los trapecistas son personas de mucho talento y que les gusta desarrollarlos en las alturas, libremente, cerca de las estrellas, pero también les gusta saber que si por cualquier razón tropiezan o caen, no se van a quebrar los huesos en el suelo por lo que aprecian la existencia de una red de protección. Pero vean lo que hace un trapecista cuando cae en la red, no se queda atrapado en esa red, todo lo contrario, se levanta de inmediato para volver a salir, subir hacia los trapecios, acercarse al cielo y seguir desarrollando sus talentos. Ahí hay una concepción distinta de la política social. Es muy distinta la política social que conocíamos en nuestro país que tenía este concepto de asistencialismo, de dependencia, de pérdida de las libertades, de por el solo hecho de recibir ayuda del Estado pretender arrebatarle derechos a elegir, que la política que estamos siguiendo nosotros que busca que el hecho de recibir ayuda del Estado no deprima los incentivos y la capacidad de las personas para superar su situación con su propio esfuerzo, ni tampoco les quiten grados de libertad. Y por eso buscamos que un subsidio público no sea necesariamente atado a una pérdida de una libertad. Nosotros nos alegramos mucho más cuando una persona sale de la red de protección social que cuando una persona entra en ella. Y esa es otra diferencia muy importante y de fondo con el pensamiento de la izquierda.
Queremos que esta red de protección social funcione lo más cerca posible de la cuna. Por eso nuestro énfasis y prioridad en medidas como la ampliación del postnatal de tres a seis meses y la extensión de este beneficio de uno de cada tres mujeres, como era el año 2009, a todas las mujeres trabajadoras de nuestro país. Por eso nuestro énfasis y nuestra prioridad en la educación preescolar, en las salas cuna, en los jardines infantiles, en los kínder y en los prekínder, sabiendo que esos niños no marchan, no protestan, no incendian, no tiran bombas molotov, no se enfrentan con los carabineros, ni producen problemas políticos.
Nuestro compromiso de garantizar educación preescolar de calidad y gratuita a los niños pertenecientes al 60 por ciento de los hogares más vulnerables. Y esto obedece a ese principio, que la igualdad de oportunidades tiene que nacer lo más cerca posible de la cuna, porque a veces, cuando esperamos a que el niño llegue a la educación escolar, muchas veces las vulnerabilidades sociales de sus hogares y de sus orígenes son irreversibles.
Pero también es importante en esto mencionar la importancia de los valores, los valores de la vida, de la libertad, de la justicia, de la honestidad, del trabajo bien hecho, como nos hablaba el Papa Juan Pablo II, son valores que están muy presentes en el pensamiento y en el ideario de nuestro sector, la centroderecha.
¿Funcionan nuestras ideas?
Estoy convencido de una sola cosa, que funcionan mucho mejor que los otros modelos que el mundo ha conocido y que ha experimentado. Ya vimos cómo el mundo del imperio soviético se derrumbó y lo hizo no porque los ejércitos de Patton hubieran continuado, como algunos propusieron al término de la Segunda Guerra Mundial, hasta Moscú. Se derrumbó de una forma mucho más profunda, se derrumbó porque la gente que conoció ese modelo en carne propia llegó un momento en que dijo “basta de un modelo que nos quita la libertad, nos impide progresar y que ni siquiera logra el valor de la igualdad”, porque en la búsqueda de ese valor de la igualdad, muchas veces ese modelo sacrificaba la libertad y sacrificaba la prosperidad.
En consecuencia, el modelo en el cual nosotros creemos es el que ha dado los mejores resultados, los más fecundos a lo largo de la historia. Y en cierta forma, es el modelo que más se adecua a la naturaleza humana. Uno ve cómo se organizan las comunidades más primitivas y van surgiendo los mismos valores que hemos estado tratando de identificar en estas palabras.
Ustedes ven también que el mundo está viviendo una profunda crisis, pero vean ustedes cuáles fueron las políticas que condujeron a esta crisis, porque hay algunos que pretenden que ésta es una crisis de la economía de mercado, de la economía liberal, de las ideas de libertad, y es todo lo contrario. Esta crisis la produjeron justamente la no aplicación de esas ideas: los Estados socialistas de bienestar, la demagogia, la irresponsabilidad. ¡No aceptemos que lo que hemos vivido en esta última crisis, la segunda peor crisis que vive la humanidad desde la gran crisis del año 29, sea responsabilidad o a causa de nuestras ideas! Basta ver qué países entraron y quiénes lo gobernaron cuando entraron a la crisis, como por ejemplo, vean quién gobernaba España, Grecia, Portugal o Inglaterra, para darse cuenta dónde está la responsabilidad.
Y en nuestro país ¿funcionan nuestras ideas? Nosotros llegamos al Gobierno con una misión que era transformar Chile. Por eso, dentro de lo esencial de nuestro mensaje era “cambio, futuro y esperanza”. Cambiar un país que venía dando muestras de fatiga, una economía que cada día crecía menos, que cada día creaba menos empleos, en que la productividad se había transformado desde un motor que empujaba, en un lastre que detenía, en que la inversión venía cayendo sustancialmente, en que las exportaciones se estaban estancando. Esa era la situación del Chile del año 2009, antes del terremoto. Además, tuvimos que enfrentar un terremoto devastador, que ustedes conocen. Además, hemos gobernado en medio de un mundo en crisis que comenzó el año 2008 y aún no termina. De hecho, hoy día Europa está en recesión oficialmente, hoy día vamos a conocer malas cifras de las grandes economías de los gigantes asiáticos, Estados Unidos tiene una recuperación débil e inestable y se enfrenta a un desafío muy grande, que es lo que se ha llamado “el precipicio fiscal”. No solo hay que mirar lejos, vean lo que está pasando con las dos economías más grandes de Sudamérica, para darse cuenta la magnitud de la crisis en que estamos viviendo.
Y en medio de este mundo en crisis ¿cuáles han sido los resultados de la aplicación de nuestras ideas en nuestro país? Una economía que ha vuelto a crecer y con fuerza, que ha vuelto a crear empleos con gran dinamismo, que está mejorando en forma sólida los salarios, y este crecimiento y esta creación de empleos y este aumento de salarios no son una burbuja porque están basados en un equilibrio fiscal, en un aumento de la inversión, en un aumento de la productividad, que de negativa pasó a ser positiva, que estamos logrando reducir, menos de lo que quisiéramos, aunque un poco más significativamente, la pobreza extrema, que había crecido durante el periodo anterior, que hemos logrado que la desigualdad, que estaba porfiadamente estancada durante 20 años, empezara a caer.
Sé que todas estas cifras van a ser cuestionadas, lo han cuestionado todo, desde las cifras de la reconstrucción, las cifras del empleo, las cifras de pobreza. Pero no nos dejemos engañar por esos cantos de sirenas. Los del frente no van a reconocer los logros de este Gobierno por muchas razones que ustedes conocen, pero nosotros tenemos que tener la capacidad de no dejarnos atrapar ni colonizar intelectualmente, como tantas veces ha ocurrido en la historia de nuestro país. Y estar conscientes de que hemos logrado cambiar el rumbo y el ritmo de nuestro país.
Aún queda camino por recorrer
Naturalmente queda mucho por hacer. Yo nunca me olvido de la trampa de los países de ingreso medio. Los países que han logrado pasar del subdesarrollo al desarrollo en los últimos 50 años se cuentan con los dedos de una o dos manos, la inmensa mayoría ha permanecido en su nivel de subdesarrollo y algunos pocos que han logrado ese estatus de país de ingreso medio no han podido superar esa barrera por muchas razones. En primer lugar, porque creen que llegaron a la meta antes de haber llegado y empiezan a pedir, comportarse y vivir como si fueran países ricos sin todavía serlo, y se olvidan que detrás de todo derecho siempre existe una obligación.
Yo diría que entre las grandes amenazas hay básicamente tres: la crisis mundial que aún no se resuelve, y creo que el año 2013 va a ser un muy mal año para la economía mundial pero va a ser un buen año para la economía chilena. Igual como este año, a comienzos de año dijimos que íbamos a crecer por sobre el 5 por ciento, desafiando todos los presagios de los expertos que vaticinaban una desaceleración profunda, yo quiero compartir con ustedes que a pesar de que el año 2013 va a ser un año duro y difícil para la economía mundial, y también para muchos de los países de América Latina, Chile va a mantener su rumbo, su rumbo de crecimiento, de creación de empleos, de aumento de la inversión, de mejoramiento de la productividad, de mejora de los salarios.
Además de la crisis mundial, es esta sensación que se va generando en nuestro país de que tenemos derecho a todo, pero no tenemos ninguna obligación. Tan consciente de nuestros derechos, tan poco conscientes de los derechos de los demás; tan consciente de las obligaciones del Estado y tan poco conscientes de las propias obligaciones. Ese es un camino que no conduce a un buen puerto. Y por eso hay que siempre recordar que detrás de cada derecho, existe siempre una obligación.
Y la tercera preocupación es cómo se ha deteriorado la calidad de la política. Y creo que la forma en que se ha discutido este presupuesto es el mejor ejemplo de lo que estoy afirmando.
El camino que resta por delante no es un camino pavimentado. Si queremos hacer de Chile un país desarrollado, sin pobreza, con mayor justicia y con mayor igualdad de oportunidades antes que termine esta década vamos a tener que seguir enfrentando grandes dificultades y también grandes adversarios.
Por eso hoy más que nunca es importante y termino felicitando a los institutos, volver a detenernos un instante y reflexionar sobre el contenido, la importancia y el valor de nuestras ideas.
Muchas gracias.