DÍA NACIONAL DE LOS PUEBLOS ORIGINARIOS
Discurso de S.E. el Presidente de la República, Sebastián Piñera, en celebración del Día Nacional de los Pueblos Originarios
Santiago, 24 de junio de 2013
Mari mari pu peñi, pu lamngen; Kamisakaraki jilatanaka kullakanaka; Iorana Korúa; Sensak pichao sensak likao.
Acabamos de ver representada una hermosa historia del origen del pueblo mapuche. Cuenta esta historia que dos serpientes, que eran hijas de dioses, pero que por alguna mala conducta habían sido condenadas a una vida como serpientes, se enfrentaron. Y “Kay Kay”, que era la dueña y la diosa de los mares, se despierta, después de un largo sueño, y descontenta por la conducta de los hombres, y también de las mujeres, decide golpear fuertemente el mar y empezar a provocar una inundación, un diluvio. Y así, las aguas empiezan a subir, porque quería ampliar sus dominios desde el mar hacia la tierra y castigar a la raza humana.
Y muchos y muchas mueren en esa situación y buscan apoyo y refugio en “Treng Treng”, que era la serpiente de la tierra, y se produce este tremendo enfrentamiento. Mientras “Kay Kay” hace subir las aguas, “Treng Treng” hace subir la tierra.
Pero, finalmente, se produce una hecatombe y gran parte de los seres humanos simplemente desaparecen de la faz de la tierra y sólo sobreviven cuatro personas, dos parejas, y esas cuatro personas, esas dos parejas, son el origen de nuestro pueblo mapuche.
Por eso esta leyenda, que refleja algo que está también en la historia y en la mitología de muchos pueblos, el enfrentamiento de dos fuerzas, una fuerza representando al bien, otra fuerza representando al mal y, finalmente, el surgimiento de este enfrentamiento de una nueva vida y de una nueva cultura, como es el caso de nuestros pueblos originarios.
Hoy no es un día cualquiera. Es 24 de junio, es el día del solsticio de invierno, el día más corto, en que la noche es más larga, el día es más corto, el día más frío y, por tanto, uno podría pensar que es un día no para celebrar, sino que tal vez un día para lamentar. Pero la sabiduría del pueblo mapuche y de nuestros pueblos originarios, entrega a este día un significado de futuro, porque si bien es el día más corto y la noche más larga, a partir de hoy los días se van haciendo cada día más largos, más luminosos, igual como queremos que sea el futuro de nuestros pueblos originarios.
Ese día, en que la tierra inicia un nuevo ciclo, un nuevo ciclo de siembra, de fecundidad, de fertilidad, en que las tierras se preparan nuevamente para recibir la semilla, y la semilla va a germinar para producir los frutos fecundos que van a permitir una nueva vida a nuestros pueblos originarios, es un día que vale la pena recordar, conmemorar y celebrar.
El pueblo mapuche llama a este día “We Tripantu”, o “la nueva salida del Sol”. Los aimaras lo llaman “Machaq Mara”, o el “retorno del Sol”; los quechuas “Inti Raymi”, o la “Fiesta del Sol”, y el pueblo Rapa Nui lo conoce como “Aringa Ora o Koro”, que significa “el rostro vivo del patriarca”. Es decir, con algunas diferencias, todos nuestros pueblos originarios le entregan a este día del solsticio de invierno, un significado de futuro, de esperanza, de fertilidad, de siembra y preparación de una futura cosecha.
Y tal vez la historia que nos acaban de contar respecto a ese enfrentamiento de las dos serpientes, refleja muy bien lo que es la historia de la vida, la vida de nuestros pueblos originarios y la vida de todos los pueblos sobre este mundo y sobre esta tierra.
Homenaje al Pueblo Mapuche
Hoy celebramos y homenajeamos a ese pueblo mapuche, que es mayoría entre nuestros pueblos originarios. De hecho, 1,2 millones de chilenos se identifican con nuestro pueblo mapuche, y cerca de 200 mil se identifican con las comunidades Aimara, Atacameña, Colla, Quechua, Rapa Nui, Alacalufe o Yagán. Todas éstas son etnias que están repartidas a lo largo y ancho de nuestro territorio, de Norte a Sur de nuestro país, y que habitan nuestras cordilleras, nuestros campos, nuestros bosques y que, sin duda, enriquecen el alma, la identidad y la cultura de nuestro país.
Y es por eso que hoy día queremos conmemorarlos, recordarlos, homenajearlos, pero también agradecerles por el inmenso aporte que han hecho a la construcción de una patria, nuestra patria, nuestro Chile, y reconocer también que su historia, recuerdos, tradiciones, leyendas, también sus costumbres y su lengua, son parte del patrimonio que nos enorgullece a todos como chilenos.
Porque mucho antes de la llegada de los españoles, que creían haber descubierto América, existían en estas tierras nuestros pueblos originarios. Habían llegado con anterioridad y se habían asentado y habían desarrollado sus vidas, sus costumbres, sus leyendas, su cultura, todo lo cual hoy día constituye parte del alma de nuestro país.
Y por eso nuestros pueblos originarios nos heredaron importantes tradiciones, héroes, personajes, lenguas, costumbres y creencias. Héroes como Lautaro, Caupolicán o Galvarino, que son también nuestros héroes; idiomas, como el mapudungun de los mapuches, el quechua de los quechuas, el cunza de los atacameños, el kakán de los diaguitas; y también nos legaron su música y su cultura, la música andina, con sus cuatro instrumentos musicales, la zampoña, el charango, la quena y el bombo, a la cual a veces se agrega la trutruka y el kultrung del pueblo mapuche. También nos legaron juegos, como la chueca, y monumentos majestuosos, como los maravillosos moais de la Isla de Pascua Rapa, y el valor y el sentido que nuestros pueblos originarios dan a la Pachamama, la madre tierra, como fuente de la vida, como fuente de toda prosperidad.
Incluso palabras que hoy día son tan familiares en nuestro lenguaje diario, como el choclo, la palta, las chalas, la chupalla, el huaso, la guagua y el cahuín, provienen de nuestras lenguas originarias y ancestrales, y las utilizamos diariamente en nuestra vida cotidiana.
Pero hay algo que tenemos que reconocer. En un mundo cada vez más globalizado, en que se derrumban las barreras y se derrumban las fronteras, es más importante que nunca volver la mirada hacia nuestras raíces, hacia nuestra identidad, de forma de no desaparecer en este tráfago del mundo globalizado, sino que integrarnos a él con nuestra identidad, con nuestras costumbres, con nuestra cultura.
Y por eso yo quisiera hoy día reconocer, una vez más, que al volver la mirada a nuestros pueblos originarios, estamos fortaleciendo y enriqueciendo el alma y la identidad de nuestro país.
Los pueblos originarios tienen mucho que enseñarnos, y nosotros tenemos mucho que aprender de ellos. Y particularmente de su sabiduría para enfrentar la vida, en estos tiempos de modernidad, en que los problemas que nos acechan, ya a veces parecen salirse de control, como el calentamiento global, la degradación de nuestros bosques, la erosión de la tierra, la escasez del agua, más que nunca necesitamos aplicar esa sabiduría ancestral de nuestros pueblos originarios, que desde siempre entendieron que el desarrollo era sustentable o simplemente no era, y que desde siempre entendieron que la madre naturaleza requiere y necesita ser tratada con cariño y con cuidado, lo cual muchas veces no hacemos. Y por eso que esa madre naturaleza da a veces gritos de desesperación y nos alerta respecto al camino que tenemos que recorrer en el futuro, que va a tener que ser un camino más amistoso, más respetuoso de lo que hemos hecho en los últimos tiempos.
Y por eso quiero pedirles a todos nuestros pueblos originarios que nunca dejen de recordarnos de dónde venimos, quiénes somos, porque analizando nuestro origen, vamos a encontrar mejor los caminos del futuro. Porque, al fin y al cabo, nuestro país, nuestra naturaleza, no es una herencia que hayamos recibido de nuestros padres y de la cual podamos disponer a nuestro antojo, sino que siempre debemos pensar que es un préstamo que hemos recibido de nuestros hijos y que ellos esperan y merecen que se los devolvamos y e incluso mejor que lo que ellos nos prestaron.
También quiero reconocer que durante los tres siglos de la Colonia, pero también durante los dos siglos de la vida independiente, tenemos, y seguimos teniendo, una deuda histórica con nuestros pueblos originarios.
Nuestro compromiso con los pueblos originarios
Todos sabemos que desde el punto de vista del progreso material y espiritual, de las oportunidades, no hemos sido capaces de estar a la altura de lo que nuestros pueblos originarios necesitan y merecen, ni tampoco a la altura de lo que nuestro país es capaz de entregar y proveer.
Se trata de un número muy significativo de chilenos, más de un millón de chilenas y chilenos que se identifican con nuestros pueblos originarios y que hoy día viven, en general, en condiciones muy precarias, con índices de desempleo más altos, con índices de pobreza más altos, con oportunidades de desarrollo más bajas, y esa es una deuda histórica que nuestro Gobierno decidió desde el primer día enfrentar, y empezar a recuperar el tiempo perdido, para crear de verdad una sociedad más inclusiva, que también incorpore, y en plenitud, a nuestros pueblos originarios.
Y por eso, cuando asumimos el Gobierno nos propusimos pasar de los diagnósticos a la acción y avanzar hacia lo que denominamos “un nuevo trato con nuestros pueblos originarios”, que al igual como sus costumbres o sus leyendas están basadas en cuatro pilares, la tierra, el agua, el aire y el fuego, este nuevo trato también se asienta sobre cuatro pilares.
En estos tres años como Presidente de Chile he viajado más de 10 veces a la Región de La Araucanía y he participado en más de 50 reuniones de trabajo con las comunidades de nuestros pueblos originarios, igual como lo he hecho con las comunidades del resto de nuestros pueblos originarios, a lo largo y ancho de nuestro país, para poder conversar con ellos y recibir su consejo, recibir sus propuestas, para darle vida a este nuevo trato, que se basa en cuatro pilares: El primero, promover de verdad un reencuentro con nuestros pueblos originarios, pasando de una cultura que pretendía asimilarlos y, por tanto, en cierta forma hacerlos desaparecer, hacia una nueva visión, que pretende integrarlos, reconociendo y valorando su identidad, su lengua, sus costumbres, su macrovisión de lo que es la vida.
Y por eso estamos impulsando una reforma constitucional que dé reconocimiento, a nivel de la Constitución, a una nación que definitivamente es multicultural, y que dentro de un mismo territorio y bajo una misma jurisdicción y la soberanía de un mismo Estado, permita que coexistan en armonía diversas identidades étnicas, todas ellas con el derecho a expresarse y participar en la vida en común y con el deber de reconocerse y respetarse mutuamente.
Este reconocimiento constitucional, unido a la plena vigencia del Convenio 169 de la OIT, a la creación del Consejo de los Pueblos que represente de verdad a nuestros pueblos originarios, nos va a permitir avanzar a pie firme hacia esa sociedad más integrada, más inclusiva en que se puedan expresar con plena libertad todas nuestras costumbres, culturas y todas nuestras etnias, en plenitud y en igualdad de condiciones.
El segundo pilar es reconocer que tenemos una deuda en materia de desarrollo económico y social de nuestros pueblos originarios, y que debemos pasar desde una cultura meramente asistencialista, que no dio resultados, hacia una cultura mucho más participativa, que base su fuerza en justamente las propias capacidades y valores de nuestros pueblos originarios.
Y es así como a través de los Planes Arauco y Araucanía, hemos incrementado en un 60% los fondos públicos regionales de inversión para nuestros pueblos originarios, con una prioridad muy especial en la vivienda, en la educación, en la salud y en la creación de oportunidades de desarrollo económico y social.
Extendimos la política de compra y entrega de tierras hasta sumar 39 mil hectáreas, y la hemos perfeccionado para evitar abusos y no solamente entregar la tierra, sino que también promover, con ayuda técnica, con ayuda financiera y con capacitación, el desarrollo productivo de esas tierras.
En estos últimos años hemos multiplicado por cinco el presupuesto destinado a estos efectos. Hemos impulsado más de 160 alianzas productivas entre comunidades mapuches y empresas de la sociedad civil, para poder establecer esa alianza productiva que genera un círculo virtuoso; triplicamos el número de beneficiarios de Indap; hemos llegado con banda ancha e Internet prácticamente a todas las comunidades de nuestros pueblos originarios; y estamos apoyando, y con mucha fuerza y con mucha convicción, el “etnoturismo”, que sin duda va a significar una nueva fuente de desarrollo para nuestros pueblos originarios y va a contribuir a mejorar su calidad de vida, manteniendo su identidad y sus.
Tenemos ya rescatados más de 150 sitios de alta significación cultural, como cementerios indígenas, nguillatunes y paliwes, y hemos impulsado la enseñanza de sus instrumentos musicales tradicionales entre sus niños y entre sus jóvenes.
Y, de hecho, este nuevo trato, esta nueva política, ya está dando sus frutos.
Por ejemplo, la Región de La Araucanía, que llevaba una década de estancamiento, está despertando y con mucha fuerza. El año pasado el crecimiento de la Región de La Araucanía fue de un 6,4 por ciento, no solamente el más alto de la última década, sino que un crecimiento que está basado sobre pilares muy sólidos y que nos permite anticipar que va a poder sustentarse en el tiempo.
Hemos logrado reducir significativamente los índices de desempleo y los niveles de pobreza en la Región de La Araucanía, creando casi 20 mil nuevas empresas, lo que significó haber creado 50 mil nuevos puestos de trabajo, todo lo cual está dando una nueva vida y una nueva esperanza a nuestros pueblos originarios.
El tercer pilar de la estrategia es reemplazar esa pretensión de asimilación, por una verdadera integración que permita apreciar y valorar esa diversidad como un patrimonio, como un activo de nuestra Nación.
Y por eso promulgamos la ley que prohíbe y sanciona toda forma de discriminación arbitraria, pusimos en marcha los programas de educación intercultural bilingüe y de fomento y preservación de nuestras lenguas ancestrales en más de 300 establecimientos con alta concentración de niños pertenecientes a nuestros pueblos originarios, en lugares tan diversos como Isla de Pascua, Iquique, Arica, Temuco, Punta Arenas y muchas más.
También hemos promovido los deportes ancestrales de nuestros pueblos originarios, a través de competencias que han llenado el alma y el espíritu de muchas de nuestras comunidades.
Y en materia de educación, entregamos más de 70 mil becas de enseñanza Básica, Media y Universitaria a jóvenes de nuestros pueblos originarios; hemos fundado cinco liceos multiculturales de excelencia en Purén, Villarica, Loncoche, Temuco y Angol, a los cuales vamos a sumar próximamente un sexto en Ercilla, lo que va a permitir que la educación de calidad llegue también a nuestros niños y nuestros jóvenes pertenecientes a los pueblos originarios.
En materia de salud, incorporamos la medicina tradicional indígena a sus programas y sistemas de salud. Ya inauguramos el nuevo hospital de Rapa Nui y hemos dado instrucciones a todas las autoridades, para que sus lonkos, sus machis y todos los que representan a nuestros pueblos originarios, tengan la debida consideración, lugar y respeto en todas las ceremonias oficiales del Estado.
El último pilar es asegurar también la paz, la seguridad y la tranquilidad en todo el territorio de nuestro país porque esa es una responsabilidad de todo Gobierno.
No queremos que unos pocos, que creen que la violencia es el camino, terminen predominando, porque sabemos que la inmensa mayoría de nuestros pueblos originarios quiere, puede y va a poder progresar en paz y en armonía.
Quisiera terminar estas palabras recordando que al igual como ustedes hoy día rinden un homenaje, de una forma u otra, al Dios Sol, este Gobierno y todos los chilenos nos reunimos también hoy día 24 de junio, solsticio de invierno, para rendir un homenaje a nuestros pueblos originarios, porque ustedes forman parte de la esencia de nuestra historia y de nuestra identidad.
Y, por tanto, llegó el tiempo también de hacerlos parte y protagonistas del futuro de nuestra sociedad.
Si el pasado muchas veces nos ha dividido, sólo el futuro podrá reunirnos.
Por eso, termino estas palabras invitando a todos mis compatriotas, a los herederos de Caupolicán, de Lautaro, de Galvarino, y también de O’Higgins, de Prat y de Carrera, a dejar atrás siglos de desencuentros y abrazar juntos el futuro, para construir una patria en que nuestros pueblos originarios tengan las mismas oportunidades que todo el resto de los chilenos, para poder desarrollar su vida, sus costumbres, su idioma, sus tradiciones y poder alcanzar en este país maravilloso y bendito por Dios, una vida más plena y más feliz.
Muchas gracias.