Discurso de S.E. el Presidente de la República, Sebastián Piñera, al abordar anuncios del 21 de mayo sobre política para el adulto mayor
Santiago, 31 de mayo de 2012
Recuerdo muy bien cuando visitamos la Fundación Las Rosas, fue poco antes de asumir la Presidencia de la República y ya teníamos la conciencia de que había un deber, una responsabilidad que el Estado le había entregado íntegramente a la sociedad civil y que a medida que iban cambiando las circunstancias, porque cada día teníamos más adultos mayores, esa carga iba a ser demasiado pesada para la sociedad civil sola. Se requería hacer una alianza entre la sociedad civil, que va a tener que seguir aportando lo suyo, tal vez con más cariño, fuerza, fe que nunca; pero esta vez con la participación, ayuda y colaboración del Estado de Chile.
Mientras escuchaba al Padre Ariztía, recordaba las palabras del Padre Correa, fundador de esta fundación: “no tenemos nada, pero nos alcanza para todos”. También me acordaba de mi padre. Mi padre siempre fue un defensor de la tercera edad y nos recordaba que la tercera edad tal vez había dejado de trabajar, pero no había dejado de vivir, y que tenía derecho en esa tercera etapa de la vida, a cosechar lo mucho que habían sembrado a lo largo de su vida. Esto es muy cierto, porque uno en la vida pasa sembrando y llega un momento en que tiene que cosechar. Estoy convencido que la mayor siembra que hace una persona en la vida es su familia, sus lazos de amistad, de amor, de cariño, sus amigos, su sociedad y son precisamente esos mismos lazos los que uno espera poder volver a llamar cuando uno llega a la tercera edad.
La población de la tercera edad aumenta
Hoy está aumentando ostensiblemente el número de adultos mayores en el país. En el año 2025 vamos a tener cuatro millones de adultos mayores, el doble de lo que teníamos hace tan sólo 10 años. Y, por tanto, está cambiando la estructura de la población y tenemos que hacernos cargo de ese cambio ahora, porque si no empezamos ahora después va a ser demasiado tarde. Y no solamente está aumentando el número, también está aumentando la calidad y la extensión de esa tercera edad. Antes la tercera edad era casi una antesala del otro mundo. Hoy, en cambio, es un período de la vida en que uno todavía está en plenitud para cosechar lo que sembró y para seguir aportando a la sociedad. De hecho, una persona que cumple 60 años en Chile, en promedio, tiene 20 años por delante, cifra que es incluso mayor en el caso de las mujeres.
Por ello que hicimos este compromiso, de hacernos cargo, como país, como sociedad, como Estado, como Gobierno, del desafío que significaba esta nueva sociedad chilena, este nuevo país que estaba emergiendo. Nos propusimos desarrollar una política integral para la tercera edad, que en nuestro país simplemente no existía. En la Biblia se sostiene que la tercera edad es una especie de bendición de Dios. Dios premia a los que se han portado bien, a los que han sido generosos, a los que han cumplido su palabra, con una vida más larga, más fecunda; pero muchas veces ese premio del cual nos habla la Biblia, en nuestro país es una verdadera pesadilla.
Los cuatro Jinetes del Apocalípsis
Por alguna razón, venía pensando mucho en mi padre cuando venía hacia acá. Él solía decirnos, para provocarnos, que “la tercera edad era una etapa en que caían los cuatro jinetes del Apocalipsis: la pobreza, la vejez, la enfermedad”, a lo cual siempre agregaba “la soledad”. Y decía que era muy injusto que estos cuatro jinetes del Apocalipsis se dejaran caer sobre tantas y tantos chilenas y chilenos y que la sociedad lo mirara con tanta indiferencia. Es verdad que hay instituciones, como la Fundación Las Rosas, el Hogar de Cristo, la Fundación San Vicente de Paul, el Hogar San José, y muchas más, que han hecho del cuidado de nuestros ancianos una verdadera vocación de vida.
Pero es una gota en el mar, porque uno piensa la suma, por ejemplo, de las personas que están en los hogares de larga estadía, son aproximadamente seis mil personas. Pero ¿cuántos adultos mayores en nuestro país requieren lo mismo que ustedes aquí.
Y nos dimos cuenta, y era evidente y obvio, que ésta era una tarea que el Estado no podía seguir eludiendo. Tenía que hacerse cargo de su responsabilidad. Por eso, desde el primer minuto planteamos que el Estado no iba a reemplazar a la sociedad civil, sino que se iba a sumar a la sociedad civil, en una alianza estratégica para de verdad hacer lo que tenemos que hacer y hacer justicia a nuestros adultos mayores.
Esta política integral del adulto mayor, es el trabajo de mucha gente, durante mucho tiempo, y es una política que tiene medidas de corto, mediano y largo plazo. Nosotros queremos dejar trazado el camino, y no solamente trazado el camino, queremos dejar parte del camino pavimentado. Esta propuesta que estamos haciendo consiste en una política que apunta a que la tercera edad sea una etapa de la vida más saludable, más activa y más feliz. Más saludable, tiene que ver con la salud, el estado de ánimo, el espíritu, la posibilidad de practicar deportes, la posibilidad de sentirse en plenitud. Y quiero aquí traer un mensaje de mi mujer, Cecilia, porque ella está muy entusiasmada con que el programa Elige Vivir Sano llegue también a la tercera edad, fomentando hábitos como la alimentación sana, la práctica del deporte, el compartir con la familia y el aprovechar la naturaleza.
Lo segundo, es fomentar una vida más activa, participativa, plena, porque la verdad es que a lo mejor llegaron a la tercera etapa de la vida, pero obviamente tenemos tanto que aprender de ustedes y tienen tanto que enseñarnos, que sería muy poco inteligente no aprovechar la sabiduría, la experiencia que se va acumulando con los años, y con las canas.
Y lo tercero, por supuesto, es generar las condiciones para que puedan desarrollar una vida más feliz, con mayor integración, cariño, respeto, y con más posibilidades de esparcimiento y recreación.
Política para el adulto mayor
Y por eso elaboramos este programa integral, que tiene tres componentes. Nosotros queremos que los adultos mayores sigan siendo lo más autónomos y lo más autovalentes posible, ojalá hasta el último día. Eso también tiene que ver con que puedan estar lo más cerca posible de sus familias. Yo soy abuelo, y para mí la mayor satisfacción que he encontrado en esta etapa de mi vida no es la Presidencia de la República, sino que son los nietos. Cuando uno los ve le cambian la vida y el día se ilumina. Y por eso es muy importante no separar a los adultos mayores de sus familias. Queremos que sigan viviendo juntos el mayor tiempo posible.
Para eso hemos elaborado una serie de políticas. Por ejemplo, las familias que acogen en su seno a sus adultos mayores, hoy cuentan con un subsidio especial de vivienda, que permite construir una habitación adicional para recibirlos. Esto es bueno no solamente para los abuelitos y las abuelitas. También es muy bueno para los nietos, quienes reciben de sus abuelos el tiempo y la paciencia que muchas veces los padres no tenemos.
Nuestro programa busca además que los adultos mayores se mantengan autovalentes, autónomos, en plenitud y cerca de sus familias todo el tiempo que sea posible, sobre la base de tres componentes: El primero es la atención domiciliaria, ya que como señalamos queremos que los abuelitos sigan con sus familias pero muchas veces éstas necesitan apoyo. Y por eso vamos a disponer de asistentes, que van a ir a los hogares a prestar atención a los adultos mayores, y a veces también a quedarse con ellos para que sus familias puedan tener el tiempo necesario para sus propios quehaceres y necesidades. Esa es una primera política que estamos impulsando con mucha fuerza. La segunda son los centros de atención diurna, para que los adultos mayores que viven con sus familias durante el día puedan ir a un centro de atención, donde van a poder compartir con otros adultos mayores, conversar, entretenerse, tener talleres, clases, baile, música, entre otras actividades. Y lo tercero, por supuesto, son los hogares de acogida, como en el que estamos hoy día. Por ello, crearemos una subvención estatal, para que en estas casas de larga estadía tengamos aún mayores posibilidades de acoger a los miles y miles de adultos mayores que hoy día lo necesitan, y a los miles, decenas o cientos de miles de adultos mayores que en el futuro lo van a necesitar.
Quiero agradecer a nuestros adultos mayores por todo lo que han dado por su país y por sus familias a lo largo de sus vidas, pero también por lo que van a seguir dando, porque todavía les queda mucho terreno por recorrer y tareas por cumplir. Agradecer también a las familias que se preocupan de ustedes, a sus hijos y a sus nietos. Dar las gracias a las instituciones como la Fundación Las Rosas, el Hogar de Cristo, la Fundación San Vicente de Paul y a todos los voluntarios que se han dedicado y han hecho prácticamente una misión de vida el atender a nuestros adultos mayores.
Y quiero pedirle a nuestros adultos mayores que nunca pierdan la alegría, la sonrisa. Yo sé que a veces la vida es dura, y se junta la fatiga, la enfermedad, el dolor, pero siempre, en todas las circunstancias, la vida es un Don de Dios, algo maravilloso que vale la pena vivir, y me basta ver sus sonrisas en este instante para darme cuenta que ustedes saben muy bien de lo que estamos hablando. No solamente ustedes necesitan una sociedad en esta etapa de sus vidas, también nosotros los necesitamos a ustedes.
Muchas gracias.