Discurso de S.E. el Presidente de la República, Sebastián Piñera, en la Gran Parada Militar del Bicentenario
Santiago, 19 de septiembre de 2010
Vengo llegando de la Mina San José con el espíritu fortalecido por el temple y el coraje de los 33 mineros atrapados en las profundidades de la montaña y a los que muy pronto vamos a rescatar para que se reencuentren con sus familias y con su Patria. Y hoy, día en que la Patria entera se une para celebrar las glorias del Ejército chileno, quiero, en nombre de todos y cada uno de los chilenos, enviar un saludo lleno de afecto, admiración y gratitud a todos y cada uno de sus miembros; hombres y mujeres, oficiales, suboficiales, soldados y clases que sirven con dedicación y con patriotismo en algunas de sus seis divisiones a lo largo y ancho de nuestro territorio, desde el desierto del norte hasta la Antártica chilena en el sur.
Y no es difícil comprender por qué nuestro Ejército, nuestra Armada, nuestra Fuerza Aérea y nuestras Fuerzas de Orden y Seguridad, son instituciones tan queridas, tan respetadas y tan admiradas en nuestro país. Muchas veces las autoridades y los funcionarios de nuestro país, al asumir sus funciones o sus cargos, juran servir a la Patria respetando su Constitución y sus leyes, pero son pocos los que, cuando hacen ese juramento, agregan su voluntad, su disposición de rendir sus propias vidas si fuera necesario.
Y entre ellas están ustedes, los miembros del Ejército de Chile y de las demás ramas de nuestras Fuerzas Armadas y de Orden. Por eso en estos días en que Chile conmemora, con mucho orgullo, sus primeros dos siglos de vida republicana e independiente, los chilenos dirigimos nuestras miradas, nuestras mentes y nuestros corazones hacia nuestros soldados, hacia nuestros hombres y mujeres de armas, porque la historia del Ejército de Chile se funde con la historia misma de nuestra República. Porque fue este Ejército el que con el sacrificio de sus patriotas y la sangre de sus héroes, conquistó y consolidó nuestra Independencia hace ya casi 200 años.
Por eso a nuestros próceres José Miguel Carrera y Bernardo O’Higgins les correspondió no sólo la hermosa y noble tarea de dirigir con coraje y arrojo a nuestros Ejércitos Libertadores, sino que también fueron distinguidos para ejercer, con sabiduría y patriotismo, los primeros Gobiernos de nuestra Nación que estaba recién naciendo. Fue este Ejército, el Ejército de Chile, el que permitió a nuestro país dejar tempranamente atrás la anarquía e instaurar, en su reemplazo, y mucho antes que muchas otras naciones hermanas, un Estado regido por la razón, por el derecho y por las instituciones republicanas.
Fue nuestro Ejército el que logró que nuestra Patria, a poco andar, consolidara sus fronteras, garantizara su integridad territorial y asegurara nuestra soberanía. Y fue este Ejército, el Ejército de Chile, el que tan pronto logró asegurar nuestra propia independencia, volcó sus energías a la liberación de otros pueblos hermanos de nuestra América Latina. Y ha sido nuestro Ejército, junto a nuestros gobiernos y junto a las restantes ramas de nuestras Fuerzas Armadas, el que le ha permitido a Chile gozar por casi 130 años de una paz ininterrumpida, sin que para ello haya debido recurrir al poder de las armas, sino que sólo al poder de la razón y a la fuerza de la disuasión.
Pero la verdad es que las contribuciones del Ejército de Chile a nuestra patria no se han limitado sólo al resguardo de nuestras fronteras y nuestra soberanía. También nuestro Ejército ha realizado aportes muy significativos para nuestro desarrollo y progreso, fortaleciendo nuestra identidad en las zonas más apartadas del territorio nacional, conquistando nuestras fronteras interiores y sometiendo a nuestra a veces indómita geografía para poder conectar localidades y rincones que de otra forma habrían quedado aislados. Y poniendo, además, sus capacidades y conocimientos científicos, tecnológicos y también geográficos, al servicio de nuestro país y de todos los chilenos. También, a través del Servicio Militar, el Ejército de Chile ha contribuido, año tras año, en forma muy decisiva, a la formación humana, profesional y cívica de miles y miles de jóvenes de nuestra Patria, abriéndoles las oportunidades para su crecimiento y realización personal. Además, porque nadie ama tanto la paz como aquel que conoce mejor que nadie los rigores y la crueldad de la guerra, nuestro Ejército ha sido un instrumento fundamental para lograr conquistar la paz, no sólo en Chile, sino que también en otras latitudes, participando activamente, eficazmente, en numerosas misiones humanitarias en variados continentes de nuestro planeta. Y también integrando esfuerzos binacionales, como es la Fuerza de Paz Conjunta Cruz del Sur, que estamos conformando junto con la hermana República de Argentina.
En este día pleno de simbolismo y lleno de sentimientos, quiero también hacer un reconocimiento y expresar a nombre de Chile entero y de todos los chilenos, nuestra profunda gratitud al Ejército de Chile por la abnegada, eficaz y solidaria labor que ha realizado en las horas, días y meses posteriores al terremoto y maremoto que golpearon nuestro país y nuestras costas a partir de la madrugada del 27 de febrero. Durante estos meses han sido más de 12 mil los hombres y mujeres de las filas del Ejército de Chile que cambiaron el fusil y la metralleta por la pala y el martillo para ir en ayuda de miles de compatriotas que habían sufrido los rigores de la naturaleza y que estaban padeciendo las consecuencias de ese terremoto y maremoto en las Regiones del Libertador Bernardo O’Higgins, del Maule y del Biobío. Cuando más lo necesitaban, fue precisamente cuando recibieron ese apoyo generoso, solidario y eficaz del Ejército de nuestro país.
Con su valiosa y abnegada ayuda, pudimos rescatar a cientos de compatriotas que se encontraban atrapados bajo los escombros de edificios y construcciones que habían colapsado. Pudimos auxiliar a miles de heridos resultantes de este terremoto y maremoto. Pudimos restablecer el orden público, que se había quebrantado. Pudimos llegar con alimentos, insumos y medicinas a quienes más los requerían, en los rincones más recónditos de nuestro territorio. Y pudimos también recuperar, y en un plazo muy excepcional, la conectividad de las ciudades y pueblos que habían quedado aislados. Pudimos, además, levantar decenas de hospitales, cientos de escuelas de campaña, retirar miles de toneladas de escombros y construir, en poco más de seis meses, 80 mil viviendas de emergencia, que superan a todas las viviendas de emergencia construidas durante la historia de nuestro país.
Durante las próximas horas van a ser testigos de la Gran Parada Militar del Bicentenario. Y yo quiero pedir a cada chilena y a cada chileno que puedan apreciar cómo miles de hombres y mujeres de nuestras Fuerzas Armadas y de Orden le rendirán homenaje a las glorias de nuestro Ejército y, a través de él, también estarán rindiendo homenaje a nuestro país y a cada uno de los chilenos.
Con ello estamos dando inicio y abriendo las puertas de nuestro tercer siglo de vida independiente.
Quiero invitarte a ti, chilena y chileno, a seguir esta Parada Militar con atención, con admiración, con respeto y con gratitud, porque éstas son tus Fuerzas Armadas, las de todos y cada uno de nuestros compatriotas, cualesquiera sean tus ideas políticas, tus creencias religiosas, tu situación social o tu origen étnico.
Éstos son tus soldados, aquellos que han jurado por Dios y por nuestra bandera servir fielmente a nuestra Patria, y hasta a rendir la vida si ello fuere necesario.
Éste es tu Ejército, el mismo que se colmó de gloria y heroísmo en Yerbas Buenas, en Chacabuco, en Maipú, en Yungay, en el Morro de Arica y en La Concepción. Éste es, chilena y chileno, tu Ejército, el mismo de José Miguel Carrera, de Bernardo O’Higgins, de Ignacio Carrera Pinto, de Luis Cruz Martínez, de la Sargento Candelaria y también del comandante Eleuterio Ramírez. Éste es el Ejército que ha estado y estará siempre dispuesto y preparado para defender nuestra patria y para ir en tu ayuda, cada vez que las circunstancias lo requieran o cada vez que la naturaleza nos golpee con sus fuerzas muchas veces incontrolables. Por eso, hoy día en que celebramos las Glorias de nuestro Ejército, quiero recordarle a todos mis compatriotas que este Ejército profesional, no deliberante, jerarquizado y disciplinado, está y va a estar siempre a la altura de los desafíos y de los requerimientos de este siglo XXI y de esta nueva etapa que inicia hoy día nuestra Patria.
Este es nuestro Ejército: el tuyo, el mío, el de todos y cada una de las chilenas y chilenos. Porque este es el Ejército de Chile, el Ejército del Chile del Bicentenario, el Chile de nuestro tercer siglo de vida independiente, uno que emerge más unido, más reconciliado con su pasado, con más confianza en el presente y con más esperanza en el futuro que quizás nunca antes en nuestra historia.
Y por eso quisiera terminar estas palabras pidiéndole a Dios que nos bendiga a todos, que bendiga a nuestra Patria y que bendiga a nuestro glorioso Ejército.
Muchas gracias y ¡viva Chile!