Discurso de S.E. el Presidente de la República, Sebastián Piñera, al inaugurar establecimiento educacional
Constitución, 26 de abril de 2010
Quiero saludar afectuosamente a las amigas y amigos de Constitución, y en forma especial a los trabajadores, que con sus manos y con su esfuerzo, hicieron posible algo que hasta hace muy pocos días a muchos les parecía imposible. Quiero saludar también a los niños y a las niñas y decirles que lo más importante es que sean felices en esta etapa de la vida, que recordamos con nostalgia, con añoranza, hasta el último día que vivimos en este mundo. Y quiero decirles que tengan conciencia que en estas aulas ustedes están dibujando su propio futuro, y que tal vez aquí están los futuros ministros, diputados, senadores y tal vez un futuro o una futura Presidenta de Chile.
Voy a comenzar contándoles a ustedes sobre dos fechas que se me quedaron grabadas en la cabeza. La primera fue el día 11 de marzo, cuando llegamos a Valparaíso, y en el camino y mientras esperábamos en la antesala para el cambio de mando, tres nuevos terremotos sacudieron nuestro país. Y lo recuerdo muy bien, porque en ese minuto estaba con mi mujer, Cecilia, y nos avisaron que había alerta de tsunami y orden de evacuación. Había dos opciones: salir del Congreso o entrar y asumir la responsabilidad de ser Presidente de Chile. Decidimos entrar. Y estamos aquí.
Al día siguiente, en el Te Deum, cuando ya habíamos recibido toda la información de lo que la tragedia y la adversidad habían significado, y mientras escuchábamos las palabras del Arzobispo de Santiago, me propuse no quedarnos llorando sobre la leche derramada, secar las lágrimas y ponernos manos a la obra. Y recuerdo que llamé al ministro Joaquín Lavín y juntos acordamos que nos íbamos a dar un plazo de 45 días para que todos los niños chilenos y todas las niñas chilenas estuvieran de vuelta en una sala de clases, con sus compañeros, con sus amigos, estudiando, aprendiendo y preparándose para el futuro.
Una meta ambiciosa
Y esos 45 días pasaron volando. Hoy recordamos que en ese instante teníamos un país absolutamente desolado, destruido por el terremoto y el maremoto. La infraestructura escolar estaba en el suelo; más de cuatro mil escuelas estaban destruidas, dañadas o con graves problemas estructurales. Eso representaba más del 40 por ciento del total de escuelas y liceos de las zonas afectadas por el terremoto. Un millón 250 mil niños y niñas no podían iniciar el año escolar por una causa muy simple: no tenían escuelas, colegios ni liceos donde hacerlo. Fue en ese instante, cuando el país enfrentaba la peor crisis educacional de su historia, que en el Gobierno, recién asumido el día anterior, nos propusimos algo que parecía irrealizable: que hoy día, 26 de abril, todos los niños de nuestro país pudieran estar asistiendo a clases.
Quiero decir con mucha alegría que estos 45 días fueron titánicos, como dijo recién el ministro Joaquín Lavín, porque lo cierto es que no fue una casualidad ni fue un golpe de azar lo que permitió que hoy día estemos reunidos aquí en Constitución, la primera ciudad que visité el día 11 de marzo, después de asumir el mando. Vinimos a Constitución y recuerdo con emoción cuando entregamos al río, que se había llevado a tantas amigas y amigos de esta maravillosa ciudad, una ofrenda floral, una flor por cada uno de ellos, para que nunca se olviden y siempre vivan en nuestro recuerdo los que perdieron su vida aquella mañana del 27 de febrero. Hoy día, como Presidente de Chile, siento una enorme alegría, un legítimo orgullo, una profunda humildad y una fuerte gratitud, porque desde Constitución le podemos decir a Chile entero: chilenas y chilenos, le hemos cumplido a nuestros niños, a nuestros jóvenes, a nuestros hijos, a nuestros nietos y a nuestros bisnietos, porque hoy día todos los niños de nuestro país tienen la oportunidad de asistir a clases.
Esto demuestra que cuando un país se une detrás de una meta grande, ambiciosa, y trabaja con esfuerzo, con generosidad, con entrega, no hay ningún obstáculo ni ninguna dificultad que nos la grandeza y la generosidad de muchos: del sector público, del sector privado, del Gobierno, de la oposición, de las chilenas y chilenos afectados por la tragedia y también de aquellos que viven en las regiones que esta vez no fueron golpeadas por la adversidad. Para lograr la meta que hoy día estamos celebrando, tuvimos que recurrir a la buena voluntad y al esfuerzo de los profesores, de los alumnos, de nuestros trabajadores y de mucha gente que colaboró con imaginación y con grandeza. Teníamos por delante un objetivo noble, grande: que ningún niño perdiera su año escolar. Era una verdadera carrera contra el tiempo, porque sabíamos que si partíamos tarde, si tropezábamos en el camino o si equivocábamos el sendero, cientos de miles de chilenos podían quedar en riesgo de perder su año escolar. Por esa razón recurrimos a todas las ideas, a toda la creatividad y a todo el ingenio.
Hoy quiero felicitar al ministro Joaquín Lavín y a todos los que hicieron posible el logro que hoy día estamos celebrando. En primer lugar, entregamos más de 20 mil millones de pesos a los municipios afectados, para que ellos mismos pudieran reparar aquellas escuelas y liceos que tuvieran daños menores. Y ese programa funcionó y entregó resultados fecundos.
En segundo lugar, muchos establecimientos que no habían sufrido daños tuvieron la generosidad de acoger en su seno a otras comunidades escolares. Por ejemplo, en el Liceo Salvador Sanfuentes, en Santiago, que logró resistir los embates del terremoto, conviven hoy día tres comunidades escolares.
En tercer lugar, tuvimos que recurrir a mucha infraestructura pública y privada disponible para que pudiera servir como establecimiento educacional, desde el hogar personal de nuestro querido profesor, hasta las comisarías de Carabineros de Chile, sedes sociales, templos y regimientos, que en forma transitoria recibieron a nuestros niños, para que hoy todos ellos puedan cumplir con su destino, que es educarse, crecer, ser buenos hijos y ser mañana buenos ciudadanos.
En cuarto lugar, se habilitaron múltiples y variadas formas de escuelas modulares, e incluso, en algunos casos, se utilizaron buses y tiendas de campaña. Estoy muy consciente que muchas de estas son soluciones transitorias, que no van a entregar todas las condiciones y todas las comodidades que los alumnos y los profesores se merecen, pero estoy seguro que todas las chilenas y chilenos sentimos hoy día, a pesar de la precariedad de algunas de las soluciones, un tremendo orgullo y una inmensa alegría, porque logramos quebrarle la mano a la adversidad.
Reconstruir un mejor país
Pero este Presidente y este Gobierno no van a descansar un solo día en el empeño por reconstruir en forma definitiva, no solamente nuestras escuelas, también nuestras viviendas, nuestros hospitales, nuestros caminos, carreteras, puertos, aeropuertos, iglesias y centros culturales que también fueron dañados por el terremoto. El alma y el temple de un país y de un pueblo no se miden en tiempos de calma y de tranquilidad, se miden en tiempos de adversidad, en tiempos de dolor. Y una vez más nuestro país ha demostrado la grandeza de su alma y nuestro pueblo ha demostrado la fortaleza de su temple. Y por eso, como Presidente de Chile, estoy absolutamente convencido, y más convencido que nunca, que, igual como hoy día podemos decir “cumplimos con nuestros niños, con nuestros jóvenes”, también vamos a cumplir con el tremendo desafío de reconstruir piedra a
piedra, ladrillo a ladrillo, cada una de esas escuelas, hospitales, viviendas, puertos, aeropuertos y puentes que se destruyeron con el terremoto, y que vamos a lograr algo aún más grande, que es construir un país mejor.
Por esa razón queremos plantear que el objetivo del programa Levantemos Chile, que es reconstruir nuestro país, aunque no va a tomar días, como la emergencia ciudadana, no va a tomar 45 días, como esta carrera contra el tiempo para salvar el año escolar, sino que va a tomar años, también lo vamos a alcanzar. Nos hemos propuesto no solamente reconstruir lo que el terremoto y el maremoto destruyeron. Queremos fijar estándares de mayor calidad, fijar normas más exigentes para construir un país mejor que el que teníamos antes que el terremoto y maremoto asolaran nuestras tierras.
Este plan va a requerir la unidad de todos los chilenos, por eso nunca me canso de llamar a la unidad de los chilenos, porque juntos somos invencibles; en cambio, divididos somos débiles y frágiles. Los pueblos que destinan sus mejores esfuerzos a una lucha fratricida entre ellos mismos, pierden y tal vez no merecen su futuro. Pero cuando trabajamos unidos, como lo hemos hecho para enfrentar este desafío educacional, somos capaces de grandes cosas y nada ni nadie, ningún obstáculo, ninguna dificultad, nos desvía de nuestro rumbo.
Nuevas metas en educación
Hoy vamos a iniciar una segunda etapa, que es la de la reconstrucción definitiva de las escuelas que se destruyeron. A eso vamos a dedicar más de tres mil millones de dólares. Y lo vamos a hacer mediante una colaboración entre el sector público y el sector privado, que nos va a permitir reconstruir más de 1.000 escuelas que quedaron totalmente destruidas y que simplemente ya no prestan servicios ni los prestarán nunca más. Y también nos va a permitir -y en esto les quiero contar que mi mujer, Cecilia, ha tomado el mando- reconstruir los cientos de jardines infantiles y centros de educación preescolar que fueron igualmente destruidos por el terremoto y el maremoto, y reponer el equipamiento y la tecnología que se perdió.
Pero la verdad es que en materia de educación tenemos metas muy, muy exigentes. Yo le quiero decir al ministro que no nos vamos a dormir en los laureles, porque hoy día alcanzamos esta meta. Todo lo contrario, el logro que hoy celebramos debe darnos más fuerzas para enfrentar los desafíos del futuro. Y el mayor desafío de todos, la madre de todas las batallas que vamos a tener que enfrentar para decidir si somos o no somos un país que es capaz de alcanzar el desarrollo, derrotar la pobreza y crear una sociedad más justa, se va a dar en nuestras salas de clases.
El mayor desafío es dar a todos nuestros niños una educación de calidad, porque muchos hoy día en nuestro país no la tienen. Debemos reconocer que nuestro sistema educacional está en deuda con nuestros niños y en deuda con nuestra sociedad. La calidad de la educación que tenemos no es la que necesitamos ni la que merecemos. La desigualdad en la calidad de la educación hace que ésta, en lugar de ser una fábrica de oportunidades y de mayor igualdad, muchas veces se transforme en una verdadera máquina que traspasa de generación en generación las injusticias de nuestra sociedad. Tenemos que plantearnos metas más ambiciosas. Hoy día quisiera plantearle al ministro, al Ministerio de Educación, a la comunidad escolar y al país entero, las nuevas metas que queremos asumir con la misma fuerza y creatividad con que enfrentamos la que hoy estamos cumpliendo.
En primer lugar, queremos tener en marzo del próximo año 15 liceos de excelencia funcionando a plena capacidad y abriendo horizontes a miles de jóvenes chilenos, para que sepan que no solamente tienen un piso asegurado con la red de protección social, sino también que pueden mirar al cielo, que el límite son las estrellas, y que con su esfuerzo y talento, podrán conquistar su sueños y alcanzar las metas que ellos mismos se hayan fijado. Y, además, queremos establecer que para el año 2011 tengamos 30 liceos de excelencia y que para el 2012 cumplamos plenamente la meta de 50 liceos de excelencia, la mayoría de ellos en las regiones de Chile, para que todo niño y niña de nuestro país sepa que nadie le va a cercenar su futuro, que si se esfuerza, por humilde que haya sido la cuna en que nació, va a poder alcanzar las estrellas, va a poder cumplir sus sueños, va a poder lograr desarrollar en plenitud los talentos que Dios le dio.
También queremos que esos liceos de excelencia tengan instalaciones deportivas, culturales y centros de computación que funcionen los siete días de la semana y con horarios extendidos, para que la comunidad escolar, los padres y la comunidad en torno a esos establecimientos, puedan disfrutar de la infraestructura que vamos a crear en esos liceos de excelencia que van a estar en cada una de las regiones de Chile.
La segunda meta que quiero plantear al país entero es la siguiente. A fines de mayo daremos a conocer los resultados de la prueba Simce a los apoderados de los alumnos de cuarto y octavo básico de nuestro país. El Simce es la principal herramienta que tenemos para medir la calidad de la educación. Sin embargo, cuando converso con los padres y apoderados, muchas veces me dicen que no reciben la información o que ella no es suficientemente clara, y no tienen un cuadro preciso ni veraz de la calidad de la educación que están recibiendo sus hijos. En consecuencia, nos hemos planteado no solamente aumentar la frecuencia con que se mide la calidad de la educación de nuestros niños, porque si un niño o niña no ha aprendido a leer en primero básico, no es razonable que recién lo sepamos en cuarto básico, cuando tal vez es demasiado tarde. Y, por tanto, vamos a revolucionar el sistema de medición de la calidad de la educación, midiéndola con mayor frecuencia, pero, por sobre todo, informando a los padres y apoderados de los resultados de la educación de sus hijos en forma simple, clara y oportuna. En mayo, cuando conozcamos los resultados de la prueba Simce, todos los padres y apoderados van a recibir una carta firmada por el Presidente de la República, en que se les va a informar el resultado obtenido por cada uno de sus hijos e hijas. Pero también vamos a dar a conocer al resto de los apoderados un mapa, en que van a estar los resultados de todas las escuelas, colegios y liceos de su comuna, para que cuando tengan que elegir la educación de sus hijos, y nadie elije mejor para sus hijos que sus propios padres, tengan toda la información para decidir mejor.
Y la tercera meta que nos hemos fijado es que ningún niño o niña de nuestro país se quede fuera de la sociedad de la información y del conocimiento. Nuestro propósito de transformar a Chile y a nuestra sociedad en un país y en una sociedad digital se traduce en objetivos muy concretos: construir una gran carretera digital, que la banda ancha llegue a todas y cada una de las escuelas de nuestro país y a todos y cada uno de los hogares de nuestro país, y que los computadores también estén a disposición de todos, y no solamente de los más privilegiados, para que tengamos igualdad de oportunidades desde la cuna. Adicionalmente, nos comprometemos a poner pizarras inteligentes en 1.000 escuelas antes de que se inicie el año escolar del 2011, de forma tal que la tecnología viva y se desarrolle con los niños desde la más temprana edad. Les queremos pedir a nuestros niños que, igual como sus padres les han enseñado muchas cosas en la vida, ustedes les enseñen a sus padres lo que es, y las oportunidades que significa vivir en la sociedad del conocimiento y de la información.
Hoy estamos inaugurando la Escuela Modular Enrique Donn Müller, que va a albergar a los alumnos de las escuelas Gilda Bernal Opazo y José Opazo Díaz, que quedaron, y ustedes lo saben, severamente dañadas después del terremoto. Son 1.660 niños y niñas que van a estudiar en dos jornadas, en la mañana y en la tarde.
Esta escuela fue construida en tiempo récord y significó una inversión de más de 1.000 millones de pesos, por lo que tenemos que agradecer a Anglo American y a los trabajadores que la construyeron, y también a la gente de Constitución, que colaboró de mil maneras para poder estar hoy día celebrando esta inauguración. Como dijo el presidente de Anglo American, son más de dos mil metros cuadrados, 22 salas de clases, salas de computación, comedores, baños, salas de profesores con sus respectivos mobiliarios, áreas verdes, todo lo cual permite que los niños tengan la oportunidad de acceder a una educación de calidad. Pero hay algo que ningún colegio, ningún computador, ninguna sala de clases va a reemplazar, que es, por una parte, el compromiso, la vocación y la dedicación de nuestros profesores en la enseñanza de nuestros hijos. Pero tal vez más importante aún es la voluntad y el compromiso de los propios alumnos para aprovechar esa infraestructura y poder alcanzar los conocimientos, las destrezas, las experiencias que se requieren para desarrollarse en el mundo moderno.
Aún quedan batallas
Quiero decirles que el 2010 va a ser un año de sacrificio, pero también va a ser un año de acción y un año de esperanza. Estoy muy consciente del dolor y la angustia que golpea y acecha a tantos chilenos, que ven con incertidumbre y a veces con temor el futuro. Lo primero que hago cada día al levantarme es revisar el pronóstico del tiempo. Y cada vez que veo que hay un buen pronóstico me alegro profundamente. Pero, cuando hemos visto que las lluvias y el frío amenazan, sentimos angustia, porque al fin y al cabo somos todos responsables de ganarle la batalla al invierno.
Estamos en una batalla contra el tiempo, una batalla contra el riesgo de la pérdida del año escolar, que hoy día podemos decir con mucho orgullo y humildad que hemos ganado y hemos derrotado ese temor. Pero nos quedan muchas batallas más por dar. La batalla contra el invierno, el frío y las lluvias; para poder llegar con un techo, un abrigo, amparo y protección a aquellas familias que perdieron sus viviendas. La batalla contra las enfermedades del invierno, para poder llegar con soluciones de salud a todos aquellos que lo requieran. La batalla por reconstruir nuestros puentes, nuestras carreteras, nuestros puertos, nuestros aeropuertos, para que el país se vuelva a poner en marcha. La batalla por crear trabajo, que permita a aquellos que perdieron su empleo producto del terremoto, volver a ganarse la vida con dignidad. Esas son las batallas que nos convocan a todos y que comprometen al Gobierno que tengo el honor y el privilegio de encabezar.
Quiero terminar rindiendo el mejor de los homenajes que podemos hacer a las víctimas de este terremoto y maremoto, a esos cientos de personas que perdieron sus vidas, pero muy especialmente a Millaray, a Raúl, a Ignacia y a Rayén, que deberían haber estado hoy día con nosotros, pero desgraciadamente Dios quiso algo distinto. Les quiero decir, no solamente que nunca los vamos a olvidar. Mucho más que eso, ustedes nos han dado la fuerza, el coraje, la voluntad y el compromiso
para poder enfrentar las consecuencias de esta tragedia. Por eso quiero que juntos Dios por cada uno de ellos, y por cada una de las víctimas de este terremoto y maremoto, para que Dios acoja sus almas, para que traiga paz y consuelo a sus familiares y a sus amigos, y también para que le dé a Chile entero, y a cada una de las chilenas y chilenos, esa fuerza, esa sabiduría y ese coraje para ser capaces de reconstruir un Chile mejor que el que teníamos la madrugada del 27 de febrero, un Chile más libre, un Chile más grande, un Chile más justo.
Y dar un mensaje de esperanza, que me nace del fondo del alma, y que quiero que sea transmitido hasta el último rincón de nuestro país: arriba los corazones, porque vienen tiempos mejores.
Muchas gracias.