INVERSIÓN PRIVADA EN I+D

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INVERSIÓN PRIVADA EN I+D

6 de Marzo de 2012

Discurso de S.E. el Presidente de la República, Sebastián Piñera, en ceremonia de publicación de Ley de Incentivo Tributario para inversión privada en investigación y desarrollo

Santiago, 6 de marzo de 2012

Hace unos días leí un artículo que comparaba a los innovadores con los arrecifes de coral. Decía que los biólogos marinos no saben exactamente cómo se forman los arrecifes, pero sí saben cuáles son las condiciones ambientales necesarias para que puedan nacer y desarrollarse: aguas cálidas, poco profundas y otros factores que ahí se mencionaban.

Algo muy parecido pasa con la innovación y el emprendimiento. No sabemos exactamente qué los produce, pero sí sabemos cuáles son las condiciones necesarias para que nazcan, surjan y se desarrollen.

Por eso, un Gobierno y una sociedad que aspiran a derrotar el subdesarrollo y la pobreza, como es nuestro caso, tienen la responsabilidad ineludible de crear las condiciones necesarias para que la innovación y el emprendimiento puedan surgir con fuerza. Porque si no lo hacemos, si no construimos los nuevos pilares del desarrollo -mejorar sustancial y rápidamente la calidad de nuestra educación, invertir más en ciencia y tecnología, lograr una mayor igualdad de oportunidades y derrotar la pobreza, y abrir las puertas a la innovación y el emprendimiento-, no vamos a ser un país desarrollado antes que termine esta década, que es la gran misión no solamente de nuestro Gobierno, sino de toda nuestra generación.

Afortunadamente la innovación y el emprendimiento, cuando se les da ese ambiente, son como el aire y el agua. Cuando se abre una rendija, el aire ocupa todos los espacios, y cuando se le permite fecundar la tierra, el agua es capaz de hacer florecer los desiertos.

Una ley que profundiza alianza entre la sociedad y los emprendedores

Y eso es precisamente  lo que intentamos hacer al promulgar esta ley. El ministro acaba de reseñar sus principales características.  En primer lugar, el aumento al triple del monto máximo de la inversión en investigación y desarrollo que una empresa puede descontar anualmente de sus impuestos como crédito tributario. En segundo lugar, la extensión del beneficio no solo a la inversión que una empresa  hace en investigación y desarrollo que tiene lugar extramuros, es decir, fuera de la empresa, por ejemplo en una universidad, sino también a aquella que se efectúa intramuros, es decir, dentro de la propia empresa. Y en tercer lugar, una clara simplificación del modo en que opera el mecanismo.

Más que un subsidio, el beneficio que contempla esta  ley es una verdadera alianza que se establece  entre la sociedad y el emprendedor; una alianza en las buenas y en las malas; en los esfuerzos y en los frutos. En los esfuerzos, porque al tener un crédito del 35 por ciento que se descuenta de los impuestos -y el resto se descuenta como gasto-, en la práctica el financiamiento de la inversión en investigación y desarrollo es compartido mitad y mitad: la mitad el Estado, la otra mitad el emprendedor.

Y lo mismo pasa con los frutos, porque los beneficios de la innovación y el emprendimiento trascienden con creces al emprendedor, y se proyectan, se reparten por toda la sociedad.

Cambios como los de esta ley no los hacemos solamente para mejorar la posición de Chile en los rankings internacionales -que de hecho ha estado mejorando y muy fuertemente-, ni tampoco para poder dar un compromiso más por cumplido. Los hacemos para que realmente se produzca el efecto que las gotas de agua tienen en el desierto, que es hacerlo florecer. Los hacemos para que ocurra un claro incremento de nuestra capacidad de innovar y emprender, beneficiando con ello a los innovadores, a los emprendedores y, finalmente, a toda la sociedad. Los hacemos para que este motor que hoy día no está funcionando con la fuerza que debería, junto a los otros tres motores o pilares que mencioné antes, nos permita llegar al desarrollo.

Los obstáculos a la innovación y el emprendimiento

En esto de la innovación y el emprendimiento, hay una buena y una mala noticia.  La buena noticia es que el emprendimiento no reconoce barreras ni de idiomas, ni geográficas, ni socioeconómicas. Y, por tanto, es un elemento de igualación de oportunidades.

La mala noticia es que el emprendimiento también tiene enemigos formidables. Y no hay que buscarlos fuera, hay que buscarlos dentro de nuestro país y de nosotros mismos. Esos enemigos son el pesimismo, la frustración, la resignación, el temor al fracaso, el miedo al cambio y la burocracia.

Recuerdo a un director de la Oficina de Patentes de Estados Unidos, que a comienzos del siglo pasado renunció a su cargo, y cuando le preguntaron por qué, dijo que lo hacía porque todo lo que había que inventar ya estaba inventado. Esa es la visión que tenía de la capacidad, la imaginación, la creatividad y el talento del ser humano para progresar. También recuerdo a un Presidente de Chile cuya filosofía era que había dos tipos de problemas: los que se resuelven solos, nada qué hacer; y los que no tienen solución, nada qué hacer tampoco; y, por tanto, no hagamos nada. Esas actitudes no ayudan a la innovación y al emprendimiento.

Pero hay más enemigos del emprendimiento, como esa sospecha permanente  de que el que innova, el que emprende, está abusando de los demás. Cuántas veces se dice: “se apropiaron de tal cosa, se quedaron con tal porcentaje”. Esa es una forma de ver las cosas. La otra es preguntarse cuánto aportaron al crecimiento de las oportunidades, la riqueza y el empleo de sus países y a veces hasta del mundo entero.

En general, y particularmente en nuestro país, tiende a existir una cultura del no. Eso de “el que nada hace, nada teme”. Y muchas innovaciones mueren simplemente porque en sus primeras etapas no encuentran el clima y el ambiente apropiado. En nuestro país hay mucha gente que tiene poder para decir que no frente a una innovación o un emprendimiento y hay muy pocos que tienen el poder para decir que sí. Y esa es la historia de las empresas. Si surge una buena idea y el subgerente dice que no, ahí murió. Si dice que sí, no basta, pasa al gerente. Si éste dice que no, murió también la idea. Si dice que sí, no basta, pasa al gerente general. Si él dice que no, murió también. Si dice que sí, tampoco basta, pasa al directorio. Y, finalmente, siempre alguien dice “démosle otra vuelta, así lo hemos hecho siempre, no corramos riesgos”. Esos son los enemigos de la innovación y el emprendimiento.

La historia feliz de la innovación y el emprendimiento

Pero también hay muchas historias que ilustran con claridad la importancia de la innovación y del emprendimiento. Por de pronto, en la mitología griega y romana los dioses eran a menudo grandes innovadores y grandes emprendedores, como Vulcano, que inventó la herrería; Prometeo, que dio el fuego a los humanos; Hermes, que inventó la escritura; o Esculapio, que descubrió la medicina.

En tiempos más recientes hemos tenido muchos grandes innovadores y emprendedores, partiendo por lo que significó Leonardo Da Vinci en el Renacimiento. Más tarde tenemos lo que significaron los hermanos Wright, al permitirnos vencer la Ley de la Gravedad mediante la aviación; o Graham  Bell, que inventó el teléfono; o Edison al inventar la ampolleta; o Fleming, que descubrió la penicilina.

Y más recientemente aún, ha habido también personas notables. Hace tan sólo trece años un estudiante de la Universidad de Stanford creó una pequeña biblioteca digital a la cual llamó Google y que nos ha cambiado la vida para mejor a todos nosotros. Hoy día esa empresa vale más de 200 mil millones de dólares. Trece años atrás no existía. Esa es la fuerza de la innovación y el emprendimiento. Para que tengamos una idea, 200 mil millones de dólares es un poco menos del Producto Interno Bruto chileno.

También podemos recordar lo que hizo un par de estudiantes de la Universidad de Harvard, que crearon Facebook, que hoy día también está valorizado en cientos de miles de millones de dólares, y que también le ha cambiado la vida, y para mejor, a millones y millones de personas. Podemos recordar a Steve Jobs, que revolucionó muchas industrias. Y a tantos más que han logrado realmente, con su capacidad de innovar y emprender, no solamente beneficiarse ellos directamente, sino también al resto de la sociedad.

Uno se pregunta cómo serían nuestras vidas si no hubieran existido esos innovadores y emprendedores. A mí a veces me gusta recordar que cuando estudiaba mi doctorado en la Universidad de Harvard, había que perforar las tarjetas. Eran kilos, toneladas de tarjetas para una tesis doctoral. Luego había que esperar horas a que el computador las procesara. No existía internet, no existía el fax, no existían los celulares, no existían los computadores personales. Todo eso nos ha cambiado la vida para mejor, y nos han permitido desarrollar nuestros talentos sin tener que estar dedicando nuestros esfuerzos a cosas que la tecnología nos puede ayudar a hacer.

¿Qué se requiere para innovar y emprender?

Pero para innovar y emprender  se requieren muchas cosas. Por de pronto, se requieren ganas, voluntad. El que no quiere, el que no tiene ese sentido de alerta, el que no tiene esa capacidad de sorpresa y esa capacidad de soñar como los dioses y trabajar como las hormigas, es difícil que logre ser un innovador y un emprendedor. Se requiere imaginación. Walt Disney lo decía: “si podemos soñarlo, podemos hacerlo”. Se requiere un clima de libertad. La innovación y el emprendimiento no surgen cuando ella desaparece. La libertad es el alimento que permite a las personas desarrollar sus talentos, asumir riesgos, descubrir nuevos horizontes y recorrer caminos que nunca antes habían sido recorridos. Se requiere también un ambiente favorable y los incentivos necesarios. Y se requiere, sobre todo, una cultura de la innovación y el emprendimiento, que permita que esos talentos que están sin duda en el alma y en el corazón de la inmensa mayoría de los chilenos, puedan germinar y producir frutos.

Por esa razón quisiera plantear que el beneficio que contempla esta ley es un medio, un incentivo, un instrumento para favorecer un ambiente y un clima más apropiado. Pero nada va a reemplazar esa cultura del emprendimiento que tiene que florecer y potenciarse en nuestra sociedad y en nuestros emprendedores. Por algo los países más sabios y las grandes civilizaciones siempre reconocieron, valoraron y premiaron a los grandes innovadores: porque tenían conciencia de lo que eso significaba.

Avances en la promoción de la innovación y el emprendimiento

Para nuestro Gobierno la promoción de la innovación y el emprendimiento no es solamente  un compromiso de campaña. Tenemos una convicción profunda de que ella es imprescindible para dar el salto que necesitamos para llegar a ser un país desarrollado. Y estamos avanzando para ello en muchos frentes.

Están las exenciones tributarias del impuesto de primera categoría para las Pyme, para que tengan ese capital de trabajo que les permita reinvertir, pues la reinversión permite la innovación y el emprendimiento. Está la reducción del impuesto de timbres y estampillas a la mitad. También la simplificación de los tiempos, trámites y costos para crear una empresa, que bajaron sustancialmente, y que van a seguir bajando.

Están el programa Chile Paga y el Sello Propyme, para facilitar el desarrollo y el crecimiento de las pequeñas y medianas empresas. Los programas de acceso a las tecnologías de la información, que ya nos han permitido llegar a más del 90 por ciento de las escuelas con las tecnologías modernas. Los programas de Corfo de apoyo a los emprendedores, que ya suman más de dos mil 600 millones de dólares y que han favorecido a más de 167 mil pequeños y medianos empresarios. La Agenda de Impulso Competitivo, que partió con 50 medidas, pero que ya hemos aumentado a 60, de las cuales 13 ya están implementadas. Y ahí queda un camino por recorrer y muchas resistencias por vencer. La reducción en la tasa máxima convencional para el crédito. La portabilidad numérica, para favorecer la competencia. La devolución anticipada del IVA a los exportadores. Las 10 mil becas para estudiar inglés que estamos entregando. La implementación de los nuevos incentivos a I+D, como los que contempla esta ley, y que nos van a permitir avanzar para completar la meta de duplicar nuestro esfuerzo en ciencia, tecnología, investigación y desarrollo, que es muy pequeño -entre 0,4 y 0,5 por ciento del producto- y que además está mal distribuido, pues es básicamente un esfuerzo público, con poca participación del sector privado.

También está el nuevo proyecto de ley de quiebras, que va a simplificar enormemente las quiebras de las sociedades, de forma tal que cuando un proyecto no prospere -y eso le ocurre a muchos proyectos- muere, porque no era bueno, pero no necesariamente muera el emprendedor, que puede tener una nueva oportunidad.

Los frutos se comienzan a ver

En este momento en que estamos muy cerca de cumplir la mitad de nuestro Gobierno, este compromiso con la innovación y al emprendimiento ya comienza a rendir frutos.

Para empezar, ha habido resultados en materia de emprendimiento. De hecho, nos habíamos propuesto que surgieran 100 mil nuevos emprendedores durante nuestra administración y las cifras muestran que en dos años ya estamos muy cerca de esa meta. Y eso ayuda mucho.

No es casualidad que la economía chilena esté creciendo como lo está haciendo. Acabamos de conocer las cifras del Imacec, que mostraron un crecimiento del 5,5 por ciento en el mes de enero y un crecimiento récord de los salarios. Más aún, el promedio de crecimiento durante nuestro Gobierno, desde abril del año 2010 hasta enero del año 2012, es de 6,3 por ciento. Hemos más que duplicado el ritmo de crecimiento que teníamos en el Gobierno anterior. Y eso hace la diferencia entre poder ver la luz de un país desarrollado al final de esta década, o que el desarrollo sea un proyecto para futuras generaciones.

Hemos logrado transformar la productividad, que era un lastre que frenaba el crecimiento, en un motor que lo acelera. La productividad era negativa en el año 2009 y hoy se espera que las cifras muestren que en el año 2011 tuvimos una productividad no solamente positiva, sino que en aumento.

En materia de empleo, se ha reducido la tasa de desempleo a 6,6 por ciento, que es de las más bajas que hemos tenido en mucho tiempo. Y eso ha ocurrido a pesar que la fuerza de trabajo ha estado creciendo, especialmente porque muchas mujeres y jóvenes se han incorporado a ella. ¿Cómo se logra eso? Porque el empleo está aumentando con mucha fuerza. Haber creado 664 mil empleos en dos años es un logro del que podemos sentirnos profundamente orgullosos todos los chilenos.

Cuando dijimos “un millón de empleos” -y de hecho decíamos “un millón de empleos en cinco años, es decir, 200 mil empleos al año”-, muchos pensaron que era simplemente una promesa de campaña. No, era lo que el país podía hacer y era lo que el país necesitaba hacer. Y estamos avanzando firmemente en ese camino. Más aún, la mayoría de los nuevos empleos son estables, asalariados y no precarios y más de la mitad, el 56 por ciento, han favorecido a mujeres.

Y uno podría seguir mostrando cifras y avances. Y digo esto porque estoy muy consciente de que tenemos muchos problemas, pero también muchos logros. Y los países, para poder avanzar, tienen que tener la capacidad de ver sus problemas, pero también la capacidad de ver sus logros.

Cuando uno ve la discusión diaria, los noticiarios de televisión o los titulares de la prensa, uno dice: “¿dónde está este país que juntos hemos ido construyendo?, ¿dónde está este país que ha logrado ponerse de pie nuevamente, volver a crecer, a crear empleos, a mejorar los salarios, a reducir las desigualdades, a reducir la pobreza y a cumplir los compromisos que hicimos durante la campaña, no solamente en el terreno económico, también en el terreno social y en el terreno del perfeccionamiento de nuestra democracia?”.

Y a veces cuando los países solamente  son capaces de ver sus problemas y no sus oportunidades, ni mucho menos sus logros, terminan por perder el rumbo. Por eso se requiere un justo equilibrio.

La misión de nuestra generación

Por esa razón quiero terminar estas palabras diciendo con mucha claridad: este  es un proyecto de ley que Chile necesita, porque nos va a permitir fortalecer uno de los pilares que tenemos que construir sobre roca y no sobre arena. Nos va a permitir poder basarnos en esos cuatro nuevos pilares para dar un segundo gran salto, que es transformar a Chile en el primer país de América Latina, ojalá no el único, que antes que termine esta década pueda decir con legítimo orgullo que ha logrado derrotar la pobreza, y el subdesarrollo y ha creado oportunidades para todos sus hijos, para que sepan que van a poder progresar de acuerdo a sus talentos; y también que ha creado seguridades para todos sus hijos, para que sepan que cualquiera sea la causa, por el hecho de haber nacido en este maravilloso país, tienen derecho a una vida digna. Esa es la transición nuestra, de nuestra generación, de la que nosotros somos los protagonistas y que depende de nosotros.

Esa es la gran misión. Y este es un instrumento muy necesario y que llega en un momento muy oportuno para poder cumplir con el compromiso de nuestro Gobierno, que es hacer un profundo cambio en nuestra sociedad. Y yo siento que ese profundo cambio ya lo estamos viendo, pero no es el momento de dormirnos en los laureles, ni mucho menos de bajar los brazos. Estamos muy conscientes que estamos  a mitad de camino. Estamos muy conscientes que nos queda mucho por recorrer. Estamos muy conscientes que hay muchos problemas por resolver y que hay muchos chilenos y chilenas que no lo están pasando bien. Pero también estamos conscientes de lo que hemos avanzado.

Les quiero decir a esas chilenas y chilenos que no lo están pasando bien, que ellos son la principal motivación por la cual entregamos lo mejor de nosotros mismos, este Presidente, los ministros, los subsecretarios, los intendentes, los gobernadores y todos los que estamos comprometidos con este gran proyecto de hacer de Chile un país más libre, más próspero y más justo.

Muchas gracias.