Discurso de S.E. el Presidente de la República, Sebastián Piñera, en ceremonia de izamiento de gran bandera nacional
Santiago, 17 de septiembre de 2010
Hoy 17 de Septiembre del año 2010, cuando estamos a sólo horas de conmemorar nuestros 200 años de vida republicana y abrir las puertas a ese tercer siglo de nuestra vida independiente, la gran familia chilena se reúne aquí en la Plaza de La Ciudadanía, en el corazón de nuestra República, para izar, admirar juntos la Gran Bandera Chilena del Bicentenario, que flamea en forma magnífica y majestuosa. Y junto con izar esta bandera, izar todos juntos las esperanzas y los sueños de Chile, de todos los hijos de nuestra Patria, del Chile del presente, del Chile del futuro, del Chile del Bicentenario.
Nuestra bandera
Ésta es nuestra bandera, la de la estrella solitaria, la bandera tricolor, blanca como blanca es la majestuosa montaña que nos dio por baluarte el Señor; azul, como azul es nuestro Cielo y ese inmenso mar que tranquilo nos baña; y roja, como roja es la sangre del altivo araucano, que nos legó por herencia el valor y también la sangre de nuestros héroes y padres fundadores, que nos legaron por herencia la libertad y la República en la cual hoy todos convivimos. Ésta es la bandera de un Chile unido y de un Chile reconciliado. Su mástil, que alcanza más de 60 metros de altura, está enclavado en un punto de encuentro entre los chilenos, donde se cruza la Avenida Bernardo O’Higgins, la avenida de los ciudadanos, con la Avenida Bulnes, la avenida de la República, de manera que pueda ser vista y admirada desde todos los rincones de nuestra ciudad, y ojalá también, aunque sea en el espíritu, desde todos los rincones de nuestra patria. Es nuestra bandera la que flamea al viento, grande, libre, protectora, como grande, libre y protectora queremos sea siempre nuestra Patria. Pero la grandeza de nuestra bandera no está sólo en sus extraordinarias dimensiones. Está más bien en lo que ella representa para los chilenos, para todos los chilenos, los de ayer, los de hoy y los de siempre.
La misma bandera
Esta es la misma bandera ante la cual Bernardo O’Higgins juró defender nuestra Independencia y nuestra libertad, un 12 de Febrero de 1818, en la ciudad de Talca. Es la misma bandera por la que Prat entregó su vida antes que arriarla y que se hundiera junto a La Esmeralda aquella heroica tarde del 21 de Mayo de 1879, en la Rada de Iquique. Es la misma bandera que un año después emergió victoriosa desde las profundidades del mar, para ascender hasta la cumbre del Morro de Arica, donde flamea desde entonces y para siempre. Es la misma bandera, cocida, remendada y bordada por las manos de 77 patriotas que, utilizando como tela sus propios uniformes y sus propios ropajes, horas antes de caer inmolados en la Batalla de La Concepción, y que hoy se guarda como una verdadera reliquia en nuestra Escuela Militar. Es la misma bandera ante la cual generaciones y generaciones de nuestros hombres de armas han jurado servir a nuestra Patria, hasta dar sus propias vidas si fuere necesario. Es la misma bandera con que hemos cubierto tantas veces los féretros de nuestros mártires. Es la misma bandera que, en estos mismos instantes, mientras estamos aquí reunidos en la Plaza de La Ciudadanía, está siendo izada por 33 mineros, por 33 compatriotas que siguen en cautiverio a 700 metros de profundidad, en las entrañas de la montaña, en el Desierto de Atacama, y que hoy día simbolizan mejor que mil palabras la unidad, el temple, la fuerza y el coraje de nuestro pueblo.
Es la misma bandera que hoy también flamea en millones y millones de hogares, desde Visviri hasta la Antártica, desde Isla de Pascua hasta nuestros retenes cordilleranos, y que flamea también en nuestras embajadas y, por cierto, flamea ante los ojos de todos nosotros en forma majestuosa esta tarde en que celebramos nuestro Bicentenario. Es la bandera de nuestros pueblos originarios, de los atacameños, aymaras, quechuas, changos, chonos, diaguitas, huilliches, alacalufes, patagones, yaganes, rapa-nui y, por cierto, la de nuestros hermanos mapuche. Es la bandera de los miles de inmigrantes que llegaron con esperanza a poblar y vivir en esta tierra, desde todos los rincones del mundo y que hoy día son y se sienten tan chilenos como todos nosotros. Es la bandera que cubre y abraza a todos los hijos e hijas de esta tierra, sin ninguna distinción y sin hacer ninguna discriminación, ni por ideas políticas, ni por credos religiosos, ni por situación económica, ni por origen étnico ni por preferencia sexual.
Y para que esta bandera nunca deje de flamear, hemos decidido presentar un proyecto de ley al Congreso, que permitirá que nuestra bandera sea izada siempre y no sólo durante los meses de nuestras Fiestas Patrias, que pueda ser izada por cualquier ciudadano y no sólo por las autoridades y en todo el territorio nacional y no sólo en nuestros edificios públicos, en la medida en que se haga de manera apropiada y con el respeto que ella merece. Y de esta forma veremos flamear nuestra bandera en nuestros hospitales, en nuestras escuelas, en nuestros hogares, en nuestros lugares de trabajo, en nuestras plazas y parques. Y, lo más importante de todo, la veremos flamear en los corazones de millones y millones de compatriotas ahora y por siempre.
La generación del Bicentenario
Desde los pies de esta bandera, en este momento tan pleno de simbolismo, emoción, historia y también de futuro, quiero enviar un saludo desde el fondo del alma, a los más de 17 millones de chilenas y chilenos de nuestra generación, la generación del Bicentenario, la generación que quizás, como ninguna otra, tiene un desafío con la historia y tiene un compromiso con nuestra Patria. Nos corresponderá a nosotros, a quienes tendremos el honor, pero también la enorme responsabilidad de cumplir finalmente con aquel sueño que nuestros padres, abuelos y bisabuelos siempre acariciaron, pero nunca alcanzaron: hacer de Chile un país sin pobreza, un país desarrollado, un país con verdaderas oportunidades de desarrollo material y espiritual para todos y cada uno de sus hijos, como nuestra Patria no lo ha conocido jamás.
Y frente a esta magnífica bandera y cuando nos aprontamos a despedir nuestro segundo siglo de vida independiente, nuestras mentes y nuestros corazones están también con quienes nos han antecedido en el desafío de construir la patria. Porque aunque ya no contemos con su presencia física, su espíritu sigue más vivo que nunca, en nuestras costumbres y tradiciones, en nuestras instituciones y leyes, en los ideales y el alma de cada uno de los chilenos.
Y pienso en nuestros pueblos originarios, en los padres fundadores de la Patria, en los héroes que entregaron su vida por hacer de nuestra Patria, una Patria libre. Por aquellos que con sus hazañas siempre nos emocionaron y no nos cansaremos nunca de escuchar y repetir lo que ellos nos han legado. Pienso en nuestros maestros de escuela, que nos enseñaron a leer y a escribir. En nuestras madres y padres, de quienes aprendimos a amar y a rezar, y nos inculcaron los más profundos valores. Pienso en nuestros poetas, artistas e intelectuales, que nos enseñaron a amar la belleza y a honrar la verdad. También en nuestros mineros, campesinos y pescadores, que extrajeron por y para nosotros las riquezas de la tierra y del mar. Y pienso en tantos héroes anónimos, hombres y mujeres, con virtudes y defectos, como todo ser humano, que tal vez nunca aparezcan en los libros de historia, pero que a lo largo de estos dos siglos de vida independiente han hecho lo inimaginable, no han escatimado ningún sacrificio para darles a sus hijos una vida mejor y para hacer de Chile una patria mejor.
Porque no olvidemos nunca que ha sido gracias al esfuerzo, la perseverancia y la generosidad de estos hombres y mujeres en nuestros primeros 200 años de vida independiente, por lo cual hoy día Chile goza de una democracia sólida, de una República consolidada, de una economía próspera, de una Patria fraterna y un pueblo unido que puede mirar el presente con confianza y el futuro con esperanza.
Y también, a los pies de esta bandera, grande, protectora y generosa, en los momentos en que abrimos nuestras puertas al tercer siglo de nuestra vida independiente, como Presidente de Chile quiero enviar hoy un mensaje, un mensaje a esos millones y millones de chilenas y chilenos, que aún no están con nosotros, pero que vendrán y que tarde o temprano llegarán a habitar y vivir en esta tierra bendita por Dios. A ellos les decimos, que aunque no los conozcamos, que aunque no sepamos aún sus nombres, ni sus rostros ni sus voces, sentimos que los amamos como si ya estuvieran aquí, en medio de nosotros, que están muy presentes en el corazón de cada decisión que tomamos hoy día y cada obra que realizamos en el presente.
Una sociedad de oportunidades
Estamos trabajando para construir para ellos un Chile lleno de oportunidades, de sonrisas, de colores y de alegría. Un Chile más libre, más grande y más fraterno. Un Chile con igualdad, con verdadera igualdad de oportunidades. Un Chile en que todos puedan luchar para cumplir sus sueños y alcanzar la felicidad, que es una tarea que está en el alma del destino y la misión de cada uno en este mundo. Les quiero decir desde aquí, desde esta Plaza de La Ciudadanía, a ustedes, las chilenas y chilenos del futuro, que les enviamos hoy día la fuerza para los tiempos de adversidad y de siembra, y también la humildad para los momentos de triunfo y de cosecha. Porque tendrán que enfrentar momentos de adversidad y también momentos de triunfo. En estos tiempos históricos en que vivimos, pero también de grandes oportunidades, yo estoy seguro que los interpreto a todos ustedes, en la más profunda convicción que lo mejor de Chile está todavía por venir. Que lo mejor de Chile está todavía en nuestras manos. Y que esta generación, la generación del Bicentenario, que nosotros tenemos el privilegio de integrar, la misma que es la heredera de Caupolicán, Lautaro, O’Higgins y Carrera, estoy seguro sabrá estar a la altura de la historia, a la altura de nuestros desafíos y sabrá honrar la sangre de nuestros héroes, poniendo toda su energía, toda su sabiduría y todo su talento en el gran desafío de esta década, que no es otro que dar ese gran salto hacia el desarrollo, que no es otro que derrotar la pobreza que afecta a dos y medio millones de compatriotas y hacer de Chile la Patria libre, grande, justa y fraterna con la cual siempre hemos soñado.
Para ello, las chilenas y chilenos de ayer, de hoy y de siempre, nos unimos hoy día a los pies de esta noble bandera, para fundirnos en un gran abrazo, un abrazo de hermanos, para agradecer a la patria, para agradecer a Dios y para desde el fondo del alma gritar ¡Viva Chile! Que Dios bendiga a nuestra Patria y que Dios bendiga a todos nuestros compatriotas.
Muchas gracias.