Viene llegando de España. Partió con la Semana Santa en Sevilla y siguió con la celebración de los 80 años de Mario Vargas Llosa en Madrid, donde su marido, el ex Presidente Sebastián Piñera, participó en el seminario político sobre Latinoamérica y la libertad, y ella disfrutó la charla en la que el propio escritor comparó su vida con una de sus novelas, y luego la fue recorriendo al ritmo de la historia latinoamericana contemporánea. Sobre la nueva pareja de este, guarda silencio y se ríe discreta, porque -admite- todos le han preguntado por la filipina Isabel Preysler.
Así han transcurrido los dos últimos años de Cecilia Morel. Dedicada a full a su familia, acompañando a Piñera en conferencias y compromisos internacionales, lejos del poder, pero sin pena. “No me costó nada, no hubo necesidad de duelo”, dice con la misma naturalidad que la hizo una de las figuras más populares del anterior gobierno.
-Pero parece que cuesta, porque todos quieren volver…
“Parece que yo no tenía nada de poder”, y se ríe, “porque no sentí pérdida. Al contrario, mucho agradecimiento por todo lo que la gente me dio en esos cuatro años. Yo fui muy feliz, fue una oportunidad demasiado grande que nunca imaginé, para intentar dar lo mejor de mí. Lo digo sin soberbia, con humildad”.
-Aunque vivió momentos bien difíciles con las manifestaciones y las críticas durísimas a su marido.
-Siempre hay momentos difíciles, y uno se cuestiona por qué la gente está descontenta si uno está seguro de sus ideas, de que van por buen camino y que vendrán luego los frutos. Siempre es muy importante ese espíritu crítico; si se pierde, los gobiernos se transforman en demagógicos o autoritarios al imponer sus modelos a rajatabla. Así y todo, el recuerdo es demasiado positivo.
Ese espíritu positivo le permitió a la ex Primera Dama instalarse, el 17 de marzo de 2014, en la pequeña oficina donde conversamos. En el piso 19 de Apoquindo 3000, uno más arriba del tradicional centro de operaciones piñerista, en la Fundación Avanza Chile que el ex Mandatario creó para proteger y difundir el legado de su gobierno. Ella se ha dedicado a su propia fundación, Chile Vive Sano, que continúa el camino del exitoso “Elige vivir sano”, el programa público que lanzó desde La Moneda y que el gobierno de Bachelet puso en revisión nada más llegar.
-¿Eso le dolió?
-Al principio hubo una descalificación brutal, y siento que existe poca conciencia de lo grave del problema. Si con la reforma tributaria se pretende recaudar 3% del PIB para la educación de los jóvenes, es lo mismo que se va a perder en el futuro con las enfermedades crónicas que se producen por sedentarismo y obesidad, problemas que aumentan la desigualdad y las brechas, porque golpean más a los más pobres. Después de toda la discusión ideológica, el programa siguió, pero creo que falta abordarlo como un todo.
A todo eso le ha ido dando vueltas este tiempo y decidió que es momento de dar su primer paso público. Será la próxima semana, en el lanzamiento de “Vamos mujer”, el brazo femenino del referente que reúne a los partidos de la oposición. “Estamos en un punto de definiciones para la sociedad”, recalca varias veces.
-¿Desde ahí hará propuestas para las mujeres?
-Sí, pero no solo se trata de hablar de temas de género, que son muy importantes; también de que las mujeres aporten a la mirada política del sector. Queremos hacer una convocatoria amplia, porque tenemos el deber de participar, especialmente en este momento en que el país está yendo por un camino que no comparto, cuyos resultados son muy dañinos. Lo vemos en todas las encuestas; hace cuatro años, cuatro de cada cinco chilenos pensaban que el país iba por buen camino, y hoy los mismos piensan que va mal.
“En política uno es parte de un colectivo y eso genera deberes”
-¿Qué rol jugará usted exactamente en “Vamos Mujer”?, ¿por qué aceptó tomar este liderazgo?
-No voy a tener un rol directivo, fui invitada como una más y la convocatoria es amplia, muy diversa, a ex ministras, alcaldesas, dirigentas sociales y gremiales, a todas las mujeres.
-Pero en código político se lee: la “primera Piñera” entra al ruedo. ¿O es el comienzo de una carrera política? Antes no quiso, cuando la tentaron a fines del anterior gobierno.
-No, con mucha humildad, quiero aportar mi mirada y experiencia en los temas que conozco como orientadora familiar y los que pude recoger en los cuatro años que recorrimos el país, en regiones, en juntas de vecinos, en comunidades de base donde las mujeres juegan un rol muy concreto todos los días.
“Yo soy bien protectora de nuestra intimidad como familia, pero también he tenido que asumir posiciones públicas y entender que en política uno es parte de un colectivo y que eso genera deberes. Me interesa motivar a más mujeres, a más jóvenes, a más personas para que dejemos este rol de espectadores desde la galería, de ciudadanos pasivos que solo criticamos, y aportemos a la construcción de una sociedad que sea mejor para el bien común de todos los chilenos”.
-¿Por qué ahora? ¿Cuál es ese “momento” que ve?
-Después de 23 años de estabilidad, de un consenso general en torno a un camino de desarrollo que sigue la mayoría del mundo y de haber desechado una alternativa que históricamente ha demostrado su fracaso, como son los socialismos extremos, estamos yendo a reformas que dan un rol cada vez más protagónico al Estado y disminuyen las posibilidades de libertad de las personas y sus familias.
-¿Dónde cree que se ha equivocado el Gobierno? Porque una mayoría amplia de chilenos lo eligió por esas reformas que ofreció.
-Eso habría que preguntárselo a la gente; no sé cuántos leen los programas y no hay duda de que la Presidenta tiene un gran carisma. Siento que hay una añoranza de protección y de que me solucionen los problemas, que alguien se haga cargo de mi vida, y hubo algo de esa ilusión.
-¿O una reacción a decisiones que tomó el gobierno de su marido?
-Yo no soy experta en política para analizarlo, pero sí siento una cosa algo regresiva de soñar que todo sea gratis y que también hubo una visibilidad excesiva de grupos como el movimiento de los jóvenes, con su crítica frontal contra “el modelo”, que no representaba para nada a toda la sociedad. Ese modelo nos había dado estabilidad y el mayor progreso en la historia de Chile, pudiendo reducir la tasa de pobreza a niveles que nunca soñamos, incorporando como nunca a la mujer.
-¿Por qué eso no fue valorado? ¿Por qué la gente no quiso darles un segundo mandato?
-Primero, creo que tuvimos problemas y tropezones en la nominación del candidato presidencial. Eso jugó muy en contra y costó construir una campaña unitaria potente. También hubo un mal diagnóstico al pensar que la gente estaba descontenta con “el modelo”, y era al revés: a consecuencia del progreso de estos 23 años vinieron más demandas y la visibilidad la tuvieron las voces más extremas, más ideologizadas.
“Pero hemos aprendido muchas cosas: que debemos generar más unidad, más lealtad, y abrirnos a una diversidad mayor, a un país distinto. Que las soluciones ya no vienen dadas desde arriba, sino que se construyen con la participación de las personas, de las organizaciones sociales. La oposición está hoy en eso, veo algo muy positivo en Chile Vamos: que la centroderecha se está estructurando, renovando y haciendo una nueva propuesta con mayor apertura y una actitud de mayor participación y comprensión, más acogedora”.
-También se ve a su sector como un matrimonio con crisis a cada rato, que no logra convocar a la mayoría que se siente opositora pero no se identifica con la centroderecha.
-Es una tendencia en todo el mundo que las personas no quieran encasillarse y se sientan distantes de la institucionalidad política. Ahí está el gran desafío, y siento que Chile Vamos ha conseguido logros importantes: sentar en la misma mesa a dos partidos formados, como Renovación Nacional y la UDI, con el PRI y Evópoli. Obviamente, estamos en proceso y las mujeres tenemos mucho que aportar en diálogo y cercanía. Tenemos que apurar el tranco, están las elecciones municipales encima, después las parlamentarias, y urge una alternativa para corregir el rumbo del país. Más que el crecimiento económico, me preocupa el progreso; no la cifra, sino cómo eso se traduce en la vida de las personas.
“Tiene que haber transparencia por igual para todos”
-¿Cree que también podrá sacudirse Chile Vamos de los casos de corrupción que involucran a algunos de sus miembros y ser nuevamente alternativa de gobierno?
-Usted me lo pone como que esto solo afecta a nuestro sector, y ha quedado claro que es un problema transversal y que las regulaciones no fueron suficientes, que fallaron muchas cosas. Mire a Martelli, lo que pasó con la campaña de la propia Presidenta. Sin ir más lejos, salió que su campaña, la de Frei, la de Sebastián están siendo investigadas.
-¿Le preocupa que el fiscal Gómez investigue la campaña de 2010? ¿Podría influir en que su marido deseche lanzarse de nuevo a la carrera presidencial?
-No me preocupa, tiene que haber transparencia por igual para todos. Valoro la reacción que esto ha generado, el estándar ético que tienen los chilenos, que incluso ha sido más potente que la ley, pero no debemos caer en generalizaciones.
“Sebastián ha sido muy claro en esto; sin que hubiera obligación legal, hizo un fideicomiso ciego con sus inversiones en abril de 2010, antes de su campaña”.
-Él ha dicho mucho que su decisión dependerá de la familia, y uno se pregunta qué piensa su familia y usted en especial. ¿Quiere volver a La Moneda?
-Me encantaría que hubiera muchos liderazgos nuevos, que surgieran más jóvenes y mujeres, porque hay muchas líderes, pero finalmente la decisión no la tomará él solo, porque un ex Presidente tiene una responsabilidad pública y debe aportarla para siempre. Él pertenece a un colectivo, a un sector, siento que esa decisión ya no depende de mí y, a estas alturas, tampoco de él.
-Y las encuestas, que hoy le dan la primera opción en la centroderecha, ¿aumentan esa responsabilidad?
-Él me ha dicho que se siente absolutamente libre, que no ha hecho nada para impedir que surjan nuevos liderazgos y ojalá que se desarrollen.
-Se le criticó eso a su gobierno, que pocos se quedaron en el mundo de la política y muchos volvieron a sus negocios.
-Yo, en cambio, veo a Luciano Cruz-Coke, Felipe Kast, Cecilia Pérez, Catalina Parot, Loreto Seguel, Pedro Pablo Errázuriz, por decirle algunos, que siguieron activos en el mundo político o en las políticas públicas, como Felipe Larraín y Jaime Mañalich. Y ahora también veo a Evelyn Matthei y a Pablo Galilea jugándose por ser alcaldes.
-¿Le preocupa lo difícil que está siendo gobernar el país, incluso para una Presidenta que ganó por más del 60% de los votos?
-Nunca ha sido fácil. Hoy es más difícil gobernar con una sociedad muy exigente y centrada más en sus derechos que en sus deberes; demanda un coraje y una generosidad enormes, aunque este gobierno no ha tenido movilizaciones porque el Partido Comunista las controla adentro. Estuve hace poco en un país que luego tendrá elecciones y alguien me dijo: “mire, aquí no se vota por el candidato, se vota contra el gobierno que va saliendo”. No quisiera que Chile se transformara en eso, es una actitud poco generosa con el país.
Publicado en: El Mercurio
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