Hace justo un año, a las 3.34 de la madrugada del sábado 27 de febrero, la tierra se remeció bajo nuestros pies, el mar asoló nuestras costas y fuimos golpeados por uno de los cinco terremotos más devastadores en la historia de la humanidad.
541 compatriotas perdieron sus vidas y 31 siguen desaparecidos; 220 mil viviendas y una de cada tres escuelas y hospitales se derrumbaron o quedaron gravemente dañados; cientos de puentes, obras de regadío y agua potable, decenas de aeropuertos, puertos y obras patrimoniales quedaron paralizados o destruidos; más de dos millones de compatriotas resultaron damnificados. El costo total ascendió a US$ 30 mil millones, un 18% de nuestro PIB. La peor catástrofe natural de nuestra historia.
El 27/F destruyó muchas obras materiales, pero no logró quebrar ni debilitar el espíritu ni el temple del pueblo chileno. De las ruinas y desolación se alzó un pueblo fuerte y generoso, que supo secar sus lágrimas y enfrentar la adversidad. Inspirado en este ejemplo, nuestro gobierno puso en marcha un plan de tres etapas. La primera tomó 20 días y consistió en enfrentar la emergencia inmediata, acompañar a las familias que habían perdido seres queridos, buscar a los desaparecidos, rescatar a los atrapados bajo los escombros, auxiliar a los heridos y restablecer el orden público y el abastecimiento de agua, electricidad y alimentos.
La segunda etapa enfrentó la emergencia del invierno para adelantarse al frío, lluvias y enfermedades. Con la ayuda de miles de voluntarios y de nuestras FFAA, que cambiaron el fusil y la metralleta por la pala y el martillo, nos pusimos a trabajar. En sólo 45 días, 1.250.000 niños, cuyas escuelas habían sido destruidas o dañadas, iniciaron su año escolar. En 60 días restablecimos el acceso a los servicios de salud; en 100 días recuperamos la conectividad y el normal funcionamiento de los caminos, puentes, puertos, aeropuertos, obras de riego y agua potable; en 120 días construimos 80 mil viviendas de emergencia y creamos más de 60 mil empleos de emergencia para la reconstrucción.
La tercera etapa apuntó a la reconstrucción definitiva y mejor. Hoy hemos reconstruido más del 50% de lo que el terremoto y maremotos destruyeron. Pero todavía nos queda la otra mitad.
El 2010 fue un año muy duro, pero también muy fecundo. A pesar del terremoto, la economía chilena volvió a crecer en forma sana y sustentable. Creamos más de 420 mil nuevos empleos, la cifra más alta en nuestra historia, y los salarios volvieron a crecer. La inversión y las exportaciones aumentaron a ritmos superiores al 20%. La productividad volvió a ser positiva.
También sacamos adelante la gran Reforma Educacional; las listas de espera por enfermedades y cirugías Auge se redujeron a la mitad; la delincuencia y la droga empezaron a retroceder; pusimos en marcha el Ingreso Ético Familiar para derrotar la pobreza extrema; reestructuramos íntegramente la antigua Onemi, que esa madrugada del 27/F mostró todas sus debilidades e incompetencias.
Queridos compatriotas: tenemos un país maravilloso, y por primera vez en nuestra historia podemos hacer de Chile, antes de que termine esta década, un país desarrollado y sin pobreza, capaz de darles a todos sus hijos la seguridad de una vida digna y tranquila, y las oportunidades para una vida más plena y feliz.