¿Qué le está pasando a Chile?

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¿Qué le está pasando a Chile?

28 de Junio de 2015

Por Sebastián Piñera E.

Hasta hace poco la pregunta recurrente era: ¿Por qué Chile destaca en el concierto latinoamericano en estabilidad política, desarrollo económico o reducción de la pobreza?  Hoy lamentablemente la pregunta es la inversa: ¿Qué le está pasando a Chile? ¿Por qué ha perdido su liderazgo y dinamismo y se está alejando del camino del progreso?

Tanto los resultados objetivos como la apreciación de la ciudadanía muestran un claro veredicto: Chile va por mal camino, se ha perdido el rumbo y el ritmo y estamos viviendo un clima generalizado de desconfianza y creciente frustración.

En efecto, las cifras son claras: hemos perdido gran parte de nuestra capacidad de crecer y crear empleos, la inversión retrocede fuertemente, la productividad cae, las oportunidades, la innovación y el emprendimiento se debilitan. Por su parte, los estudios de opinión pública muestran que la inmensa mayoría de los chilenos piensa y siente que Chile va por mal camino, y temen ver afectada negativamente su calidad de vida y, lo más importante, su desarrollo personal y familiar.

Frente a esta situación debemos hacernos dos preguntas: ¿Cuáles son las causas del estancamiento? y ¿Cómo recuperar la senda del progreso?

El Gobierno ha culpado de estos males a la economía internacional y a tendencias que se habrían iniciado durante la administración anterior.  La evidencia contradice ambas hipótesis.  Durante el Gobierno precedente, a pesar del terremoto-maremoto del 2010 y la crisis internacional, la economía chilena creció y creó empleos con gran dinamismo, revirtiendo la recesión y alto déficit fiscal del año 2009, y reduciendo significativamente la pobreza, y en menor medida, las desigualdades.

Hoy nuestros socios comerciales crecen más, los términos de intercambio han permanecido estables y la tasa de interés es más baja. Y sin embargo, los resultados son negativos. Los primeros síntomas de pérdida de dinamismo aparecieron el tercer trimestre del 2013, justo después de conocerse el proyecto de Reforma Tributaria de la Nueva Mayoría. La inversión dejó de crecer (el trimestre previo había crecido un 11,7%) e inició una brusca caída que aún no se detiene. La pérdida de confianza de los inversionistas se extendió luego a los consumidores, afectándose gravemente el crecimiento y el empleo.

Las causas verdaderas

¿Cuáles son entonces las verdaderas causas del debilitamento de la economía chilena?  Son múltiples y de distinta naturaleza.  Sin duda, la crisis de la política y la desconfianza de la ciudadanía han contribuido y en ello tenemos responsabilidades todos los sectores, pero no ha sido lo determinante.

A mi juicio, lo central ha sido el Programa de la Nueva Mayoría: Se sustentó en un diagnóstico equivocado, al confundir la voz radicalizada e impaciente de la calle con la opinión más moderada y mayoritaria de la gente, optando por la lógica refundacional de la retroexcavadora, que desconoce la valiosa trayectoria seguida por nuestro país en las últimas décadas. Además, adoptó una ideología equivocada, confundiendo lo público que nos interesa y compromete a todos, con lo estatal. Esta confusión llevó a implementar soluciones en base a un rol hegemónico del Estado, desplazando y debilitando el aporte de la sociedad civil.  Tercero, está implementando reformas estructurales con poco análisis, mucha improvisación y pobre implementación.

En efecto, la Reforma Tributaria, además de su enorme complejidad, ha significado un duro golpe al ahorro y la inversión, el crecimiento, la innovación y el emprendimiento.  La Reforma Educacional, basada en un rol hegemónico del Estado, pretende desplazar el valioso e indispensable aporte de la sociedad civil y limitar la libertad de los padres de elegir y contribuir a la educación de sus hijos. Todo esto, lejos de beneficiar ha perjudicado los objetivos de mayor calidad y equidad en la educación.  La Reforma Laboral en curso no sólo quita poder a los trabajadores para entregárselo a las cúpulas sindicales. También significará un duro golpe a la creación de empleo y dañará la calidad de vida de la gente, al comprometer la continuidad de servicios básicos fundamentales como los sistemas de transporte, salud, educación, puertos, entre otros.

Finalmente, al impulsar un proceso constituyente que apunta a una nueva Constitución, sin clarificar intenciones respecto al contenido y mecanismo para lograr dicho propósito, se ha debilitado aún más la confianza y estabilidad, condiciones indispensables para el progreso.

La reacción del Gobierno

Hasta ahora, la respuesta gubernamental ha sido doble: ratificar el cumplimiento del programa y sus reformas refundacionales, y expandir excesivamente el gasto fiscal.  Ambos caminos sólo agravan la situación. Lo que se requiere no es paralizar sino corregir las reformas a través de acuerdos que den paso a una mayor calidad, moderación y gradualidad.  Por su parte, la política fiscal aplicada está agotada y compromete seriamente los equilibrios fiscales futuros, debilitando aún más el crecimiento potencial de nuestra economía.

Es justo reconocer que el cambio de Gabinete, y particularmente los nuevos Ministros de Interior y Hacienda, han generado una esperanza de correcciones y nuevos rumbos que, esperamos, se materialicen con urgencia y decisión.

¿Cómo recuperar el camino del progreso?

Toda sociedad, a través de sus políticas públicas, debiera buscar un equilibrio adecuado entre cuatro principios fundamentales.

  • Libertad: Ampliar las libertades de sus ciudadanos para que puedan ser los verdaderos protagonistas de sus vidas.
  • Progreso: Promover el crecimiento para crear oportunidades y permitir a todos desarrollar sus talentos y realizarse en plenitud, y adicionalmente, obtener más recursos para financiar las insustituibles tareas del Estado.
  • Justicia: Derrotar la pobreza, generar mayor igualdad de oportunidades y reducir las desigualdades excesivas, para garantizar a todos una vida consistente con la dignidad humana y conseguir una mayor cohesión social.
  • Seguridad: Garantizar el orden público, el principio de autoridad y la seguridad ciudadana, para que los chilenos puedan vivir en paz y tranquilidad.

Las políticas públicas implementadas por la Nueva Mayoría están debilitando estos cuatro principios, y en consecuencia, requieren profundas correcciones, que necesariamente exigirán reformas a las reformas, de forma de recuperar el tiempo perdido y retomar el camino hacia mayores libertades, progreso, justicia y seguridad.

Es fundamental revalidar el rol del diálogo y los acuerdos, y volver a poner en el corazón del Gobierno las prioridades de la gente: calidad de la educación y la salud, oportunidades de empleo y mejores salarios, orden público y seguridad ciudadana, y calidad de vida.

Un nuevo referente de futuro

La Centro Derecha, para ser una oposición firme y constructiva y prepararse para ser un buen Gobierno, tiene que enfrentar con urgencia y decisión cuatro desafíos.

Primero, confiar más en nuestros principios e ideas, que sintonizan muy bien con una gran mayoría de chilenos. Con mucha mayor convicción y compromiso, promover los valores de la vida, la libertad, el progreso, la justicia, el mérito, la diversidad, el respeto, el orden y seguridad, el trabajo bien hecho y la familia. En otras palabras, los valores esenciales del bien común que residen en esa gran sociedad que es Chile. Segundo, construir un nuevo referente que, valorando y privilegiando los actuales partidos políticos, represente mejor a esa gran mayoría que no se identifica con la Nueva Mayoría, con un nuevo rostro más amplio, renovado, moderno y acogedor, que permita integrar a muchos movimientos y expresiones del mundo independiente, regional y de la sociedad civil.

Adicionalmente, fortalecer la unidad y coordinación, y desterrar los conflictos y prácticas fratricidas, que tanto daño nos han causado a lo largo de la historia.  Y lo más importante, preparar un proyecto de futuro para reencantar a los chilenos y conquistar sus voluntades y corazones. Un proyecto de futuro exigente, optimista y viable, basado en los principios descritos y pensado para la pujante y amplia clase media de nuestro país, de forma que todos los chilenos sientan que tienen un lugar para aportar con su esfuerzo y que pueden beneficiarse de sus frutos.

Estoy convencido que, en los tiempos que vienen, el gran perdedor será el statu quo, y que se enfrentarán dos grandes visiones: Por una parte, los que propondrán radicalizar el proceso de reformas refundacionales; y por otra, los que propondremos recuperar el camino de las libertades, el progreso, la justicia y la seguridad, con mayor inclusión, diálogo, moderación y acuerdos.

La sociedad, la democracia y la economía chilena tienen sus fundamentos básicos sólidos y una gran resiliencia para corregir errores y retomar el camino del progreso. Progreso, que es lo que hace que valga la pena estar en la vida pública, y que nos permitirá derrotar la pobreza, construir una sociedad más libre y justa, con mejores oportunidades y seguridades para todos, y con un rostro más humano y acogedor.

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